Da igual que sea julio, con la mitad de la gente de vacaciones o en la playa, que invierno. Es indiferente si el equipo está preparando su segunda temporada seguida en la categoría de plata o si juega en el barro. Poco importa si apenas se han producido unos pocos fichajes o el club ha hecho saltar la banca con el ‘fichajazo’ del verano. En el Dépor hay un valor seguro y es su afición, el deportivismo, ese sentimiento que se propaga —sin explicación racional, ni falta que hace— como si fuera una plaga. El deportivismo nunca falla, igual que el pelotari Jokin Altuna, cuatro veces campeón del Manomanista; como tampoco lo hace el director de cine Quentin Tarantino, que solo fabrica joyas del séptimo arte; y como tampoco yerra el escritor Don Winslow, maestro de la novela negra (siempre hay una buena excusa para colar, de manera gratuita, tres de mis filias, como son la pelota mano, el cine y la literatura).

4.000 deportivistas ya han renovado su abono en las primeras 24 horas. No han necesitado ningún tipo de reclamo, aliciente ni incentivo, más que el de la propia enfermedad blanquiazul que recorre sus venas, como en las películas 28 días después y Abierto hasta el amanecer. Ni las cuatro derrotas con las que se cerró el pasado curso —cuando el equipo entró en modo ‘se dejaba llevar’, después de asegurar la permanencia— mermaron ni un ápice de una ilusión que temporada tras temporada no solo se mantiene, sino que se acrecienta.

El Dépor cerró la campaña de abonos el pasado verano con 27.549 socios con asiento asignado, cifra récord, y el resto tuvieron que apuntarse a la lista de espera. De hecho, el número de abonados totales durante el curso 2024-25, según indicó el club, fue de 30.055.

Eso ya forma parte del pasado. Ahora toca una nueva aventura, la segunda seguida en la categoría de plata, con Yeremay, Mella... y veremos si un nuevo récord de socios. Esos nunca fallan, como Tarantino.