Entre la tarde del domingo y las pocas horas del lunes que me lo permitió la electricidad, asistía atónito a las diferentes sentencias sobre, lo que al parecer, fue un partido nefasto de Diego Gómez con el Deportivo. Atónito, que no sorprendido. Hace unos días un compañero del que tengo muy en cuenta su opinión me apuntaba que hay que entender al aficionado. Que no se le puede pedir lógica ni razón. Al final, la gente ve fútbol para divertirse o sufrir. Desde luego que puedo llegar a entenderlo. Pero me cuesta.
Me cuesta creer que un joven al que unos días después de regresar de su cesión en enero ya se utilizaba como arma arrojadiza contra alguien tan sospechoso sobre el fútbol formativo como Gilsanz, hoy sea poco más que un jugador amortizado después de apenas cuatro ratos en el fútbol profesional y su segunda titularidad ante uno de los mejores equipos de Segunda División. Pues muy bien.
Me cuesta entender qué espera toda esa gente, que suele ser la misma que considera que todos los problemas del mundo se resuelven desde Abegondo, probablemente también la falta de suministro eléctrico, de cualquier chaval que entra por la puerta con apenas 20 años recién cumplidos. Es tremendamente sencillo, por no utilizar palabras más ofensivas, proclamar a los cuatro vientos que lo que se necesita es un proyecto de cantera cuando lo que sale de Abegondo es un producto de 20 millones de euros como Yeremay. O un internacional desde la adolescencia como Mella que siempre va un paso por delante. Pero eso, y más en un club como el Deportivo cuya situación actual le impide pelear con los grandes trasatlánticos del fútbol europeo, es hacerse trampas al solitario. Un proyecto de cantera lleva aparejado necesariamente la palabra paciencia al lado. Ya la puso sobre la mesa en su día Fernando Vázquez, hace ahora más de una década. Un “pacto” en el que hubiera compromiso por parte de los dirigentes para apostar por la gente de la casa, pero también comprensión desde la hinchada para no dar por amortizado al primer jugador que salga a Riazor y tenga que tragar saliva varias veces antes de encontrarse cómodo en su propia piel.
El Deportivo, y el deportivismo, afrontan un final de temporada privilegiado en el que pueden empezar a ver a esos jóvenes talentos que llevan tiempo llamando invirtiendo únicamente tiempo, porque los resultados son todo lo irrelevantes que pueden serlo cuando uno defiende la camiseta blanquiazul. Será mejor para todos asumir cuanto antes que los talentos generacionales como los que hoy tienen el monopoleo de los extremos deportivistas no crecen en los árboles. Esto vale para Diego Gómez, pero también para los que vienen detrás. Los Kevin, Guerrero y demás futbolistas por los que se mete prisa hoy, probablemente tengan que pasar el mismo periodo de aclimatación. Porque toda la sobreactuación a la hora de pedir más canteranos no puede dar paso a desecharlos al primer partido sin brillo.