OPINIÓN | La canción del verano
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Hace unos años coincidí en un vuelo con Benni McCarthy, aquel ariete que el Celta firmó del Ajax depositando mucho dinero y esperanzas. Recordé entonces que algún amigo celtista lo había rebautizado como Georgie Dann porque “solo actúa en verano”.


A la parroquia celtiña le desesperaba que aquella contratación millonaria procedente de los neerlandeses (aquí hay que recordar que el Ajax noventero era una cosa seria), marcaba tantos goles en la pretemporada como pocos cuando los trofeos a levantar pesaban algo más que los de un amistoso estival. Las chanzas deportivistas se congelaron años después cuando el delantero sudafricano, que venía de eliminar con un doblete al Manchester United, se paseó en Riazor durante los minutos de la basura de una semifinal de Champions League. A la postre, McCarthy izaría con su Oporto en Genselkirchen, ahora sí, la copa con más peso del continente.


La canción del verano era un clásico en las radiofórmulas y lo es en el fútbol. Como pocas discotecas frecuento, no escucho las playlists virales, y tengo sordera selectiva con los megaéxitos latinos (tres rasgos cualesquiera para autodefinirse como gente mayor), no puedo identificar las de índole musical, pero no se me escapan las deportivas. La que más sonaba el año pasado en Abegondo era: “Hugo Rama es el centrocampista organizador que necesita este equipo”. Llegó el invierno y nadie recordaba ya aquellos pasos de baile.


Estamos casi en agosto y, si se afina el oído, hay melodías que comienzan a escucharse entre los primeros toques de balón que el Dépor da en los torneos veraniegos donde rueda piernas, sistemas y nuevas equipaciones. Por ejemplo, un remix del éxito más reciente: “Charlie Patiño es el centrocampista organizador que necesita este equipo”. O una cara B del curso anterior que se recupera para la ocasión: “El balón parado de Escudero va a dar muchos puntos”. ¿Nuevas entradas en la lista con opciones de llegar al top?: “Zakaria con pretemporada va a ser otra cosa muy distinta”; “Mella puede jugar de carrilero en una línea de cinco”; “¿Si no se confía ahora en Chacón, cuándo?”.


Poco drama. Las canciones del verano hay que tomárselas con intención hedonista. Existen para pasarlo bien y tienen una trascendencia limitada. Igual que no existe nadie cuerdo que pinche el “Aserejé” en su casa un domingo de noviembre, ningún hincha puede otorgar valor a las impresiones surgidas al amparo de un Compos-Dépor de julio. El banquillo blanquiazul en septiembre puede recordar al del partido en el Vero Boquete tanto como Las Ketchup a The Sugarhill Gang.


Celebremos que chiringuitear puede hacerse conforme a dos acepciones: gozando de la playa en una barra cercana con bebida y comida, o hablando de fútbol desde la pura imaginación y/o el deseo. Ambas son costumbres propias del verano que no hay que dejar pasar. El gozo de pronosticar en base al pálpito, la toma de partido sin muestras válidas a las que aferrarse, el arrebato de fe ciega en un jugador porque una tarde de julio hizo una pisadita frente a un rival de cuarta o quinta categoría. ¿Nos protege la sombrilla de la lógica de esas ideaciones calenturientas al sol? Desde luego que no. Pero la realidad es que Benni McCarthy acabó levantando la Copa de Europa.

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