Cuando una persona es respetada y todo el mundo tiene un concepto positivo de ella, por algo será. Así le sucede a Óscar Gilsanz, que acaba de tomar las riendas de la primera plantilla del Dépor y, sin hacer ruido, ya ha dado la primera alegría.
Resulta curioso que ha sustituido a un entrenador que también se ha caracterizado por su corrección. Independientemente de que guste más o menos su manera de entrenar, en ambos casos estamos ante personas que caen bien. Y eso se gana a base de educación, paciencia y pies en el suelo.
Idiakez fue despedido con mucho cariño. Se lo merecía, la verdad. Y ahora está al frente del equipo un Óscar Gilsanz que ilusiona. Pero es normal después de lo bien que lo ha hecho con el Fabril. Y no solo eso, sino que asumió con naturalidad su rol de entrenador del equipo filial, a pesar de que a veces tuvo que afrontar partidos sin sus mejores jugadores porque habían sido convocados para el primer equipo.
Sé que en el fútbol lo que hoy parece perfecto mañana se transforma en nervios e inquietud. Pero me parece bien que se le dé confianza a alguien de la casa.
Le podrán salir mejor o peor las cosas a Gilsanz, pero seguro que por trabajo y dedicación no será. Y estoy convencido de que seguirá siendo el buen tipo entrañable de siempre.
Ahora solo queda desearle mucha suerte en este gran reto que tiene por delante. Intimida un poco dar el salto al fútbol profesional, pero hay trenes que no pasan todos los días. Para Gilsanz ha llegado. Y me alegro.