Una repentina apendicitis dejó a Miguel Taibo (Zaragoza, 1991), entrenador del Victoria, sin dirigir las sesiones previas al trascendental duelo ante el Carral, pero no le impidió estar en el partido recién salido del hospital. El final fue feliz, por lo que con la calma del objetivo cumplido hace balance de la temporada y de su reciente salto definitivo a los banquillos.
¿Cómo está de la apendicitis?
Mejorando día a día. La verdad es que el cariño, el apoyo y sobre todo lo del domingo, ayuda a curarlo todo.
¿Cuándo fue la operación? ¿Pensó pronto en el partido que había por delante?
Fue el miércoles a las 20.00 horas. En cuanto salí, me dijeron que había sido más complicada de lo normal y que no me iría para casa hasta el domingo o el lunes. Ahí empecé a temblar, pero al final salí del hospital el sábado.
¿Pudo ayudar aunque no fuera en el banquillo?
No podía faltar un día así. Intenté cuidarme al máximo, pero en la segunda parte fue complicado contenerse.
¿Sufrió mucho?
Sufrí por los 25 jugadores que llevan trabajando desde el 30 de julio, por los tres del cuerpo técnico y por nuestro coordinador, Juan, que no falla un día. Lo bueno es que al final pude alegrarme por ellos.
¿Cuál es la clave de que sus jugadores se hayan levantado del no ascenso directo y de ese momento en el que el Carral se pone 3-1?
La personalidad del grupo. Probablemente tardamos en llegar a Preferente, pero creo que en el global fue de una forma muy firme y sólida.
Y en lo personal, ¿cómo ha mantenido el foco y la confianza para ascender al año siguiente de coger al equipo y no lograr la salvación? Le sucedió exactamente lo mismo con el Juvenil A.
Porque los jugadores no han dejado de creer y el cuerpo técnico tampoco. Hemos intentado generar momentos para crecer juntos, situaciones en las que todos fueran importantes durante el año (no hay más que ver la cantidad de alineaciones diferentes que planteamos y los minutos disputados de los jugadores) y saber salir de momentos duros. Sin el grupo humano, en el que evidentemente no fue todo perfecto, habría sido imposible.
“La operación fue complicada, pero al final salí del hospital el sábado”
¿Cuál ha sido el mejor y el peor momento de la temporada?
El peor, las lesiones. Perdimos a Pipo en la segunda jornada y a Julián en la tercera, Pablo Souto estuvo fuera buena parte del año, Miguel Iglesias cuando mejor estaba, Block, que venía como un tiro, no nos pudo ayudar durante tres o cuatro meses, Mateo y Xabi en el tramo final cuando vivían su mejor momento... Eso es lo más difícil de llevar porque te derrumba verlos, pero con la ayuda de todos conseguimos mantener la positividad. Y el mejor momento, ver como todos se abrazaban tras 320 días unidos.
¿Ha jugado el Victoria como siente Taibo el fútbol?
Creo que todavía nos falta para llegar a mantener el ritmo que me gustaría durante más fases de los partidos. Eso ha sido lo que creo que nos evitó tener más regularidad y es algo en lo que seguiremos trabajando.
¿En qué cree que destacan especialmente y qué podrían hacer mejor?
Está claro que cuando todos defendemos somos más fuertes, y eso tiene que ser la base de cara al año que viene. Atacar sabemos todos en mayor o menor medida, y enlazar ambos momentos será la base de la próxima temporada. También creo que debemos tener algo más de producción en el balón parado ofensivo.
¿Ve necesarios cambios para Preferente o le gustaría tener una plantilla muy similar?
Incorporaciones habrá, pero mi deseo es que se queden los máximos jugadores posibles. Han conseguido algo único y merecen disfrutar de ello.
“El mejor momento fue ver como todos se abrazaban tras 320 días unidos”
¿Cuál cree que es el mayor cambio entre categorías?
Sin ninguna duda, la calidad de los equipos. Hay muchos jugadores que vienen de estar más arriba y contarán por ello con ritmo y experiencia. Nosotros seguiremos apostando por gente joven, mezclada con otra más experimentada. Y sobre todo, la idea es tener gente con hambre para trabajar e ir todos a una conscientes de que va a ser un año duro, pero ojalá muy bonito.
¿Echa de menos jugar?
Cuando vi salir el balón del pie de Gallego y vi saltar a Óscar, por supuesto. Nada más pitar el final, para nada, porque entonces no sentiría el orgullo que sentía por mis jugadores.
¿Supuso algo de shock para usted pasar de un día para otro del césped a ser técnico del primer equipo del Victoria?
En absoluto. Tenía claro que el día iba a llegar. Obviamente, nunca pensé que sería del modo que fue, por lo que me gustaría agradecer de nuevo la comprensión del Sofán. En especial de Ricardo Serrano —presidente— y de Pablo Torreira —entrenador—, porque con personas y clubes así, todo es más fácil.
Ahora que ya puede mirar con perspectiva, ¿con qué partido como jugador se queda?
Con el que significó el ascenso a Tercera División del Laracha contra el Xallas en una temporada —2016-17— en la que acabé pichichi en Preferente.
Y como entrenador, ¿el más emotivo hasta ahora ha sido el del domingo en Carral?
No podría elegir entre la alegría de este ascenso o la del de los juveniles hace dos temporadas. Pero si hay que quedarse con uno, sería con este por la operación del miércoles, la semana complicada de nuestro delegado Nikk por motivos personales, por la lesión repentina de nuestro portero Álvaro... Y sobre todo, por todas las veces en las que mis jugadores se tuvieron que levantar y seguir durante la temporada.