Suele ser común ver cambios en los cuerpos técnicos de los entrenadores, por lo que llama la atención el caso de Jordi Uriach (A Coruña, 1986) y Mateo Taibo (Culleredo, 1987). Se conocen desde los 13 años, momento en el que el instituto juntó sus caminos y, apenas cinco después, al terminar su etapa como juveniles en el Olímpico de Rutis, les surgió la oportunidad de formar tándem para entrenar al equipo cadete. Fue hace dos décadas, pero a día de hoy siguen de la mano y acaban de certificar la permanencia del Torre en Primera Futgal con una victoria ante el Numancia de Ares (0-3).
“Afrontamos aquella oportunidad con mucha ilusión. Ascendimos ese primer año y ese éxito inicial fue la gasolina para seguir”, rememora Jordi.
Por su parte, Mateo hace balance de aquellos momentos: “Fueron una mezcla de ilusión, nervios y muchas ganas. Tanto a él como a mí siempre nos tiró esto de entrenar, sobre todo a él, por su padre Jorge Uriach, que ha sido un entrenador exitoso tanto en la zona de As Mariñas como en A Costa da Morte”.
Veinte años dan para mucho y es normal que haya habido cambios, pero la ilusión permanece intacta. “Han cambiado los retos, las responsabilidades y, por supuesto, la experiencia nos ha dado más calma y perspectiva. Eso sí, nuestras eternas conversaciones y los quebraderos de cabeza siguen exactamente igual”, dice Jordi.
“Todo era mucho más básico en los inicios, con menos medios y recursos. Pero hay algo que sigue igual: la pasión por el fútbol”, apunta, por su parte, Mateo.
Con respecto al mejor momento que han vivido juntos, miran más allá de los ascensos. “Me quedo con esas victorias importantes o cuando tomas una decisión y sale bien. También con situaciones difíciles donde hemos estado a la altura, algo que te deja huella”. “Quizás lo mejor de todo ha sido llegar a conectar al máximo con un vestuario. Cuando eso pasa, todo fluye solo”, dan como respuesta.
Ambos dan su punto de vista del otro, primero en el aspecto técnico. “Es muy trabajador y transmite confianza. Siempre he dado mucho valor al aspecto psicológico, y Mateo ahí es una pieza clave. Sabe llegar a la gente”, reconoce Jordi.
Su segundo no se queda atrás con los halagos: “Tiene una gran capacidad para conectar con los jugadores y un compromiso innegable. Es muy bueno en la lectura del partido, se adapta a lo que cada situación requiere y su pasión es contagiosa”.
En lo personal, se entienden también a la perfección. “Es muy buena persona, honesto y muy implicado con todo lo que hace. Alguna vez un poco testarudo, pero después de tantos años ya le tengo cogido el punto y sé cómo llevarlo a mi terreno cuando hace falta”, bromea Jordi, a quien Mateo describe como “un hermano”.
Una pregunta que surge es: ¿hasta cuándo? “No tenemos fecha de caducidad”, contestan. “Con el míster hay una conexión que va más allá del campo, y eso no se encuentra fácilmente”, valora Mateo.
Han entrenado a equipos como Eirís —cuando era filial del Montañeros—, Imperator, Campestre, Español u Obrero, pero quizá ahora están viviendo su mejor momento en el Torre, al que ascendieron el pasado curso y con el que acaban de cerrar la permanencia matemática. Tras ganar al Numancia son novenos, con once puntos de ventaja sobre el propio equipo de Ares, que marca la zona roja a falta de dos jornadas. “Podíamos estar virtualmente salvados, pero no queríamos —ni merecíamos— esperar a la última”, enfatiza Uriach.
“Me quedo el esfuerzo de todo el equipo y con una clave. El míster varió la posición de Óscar Quintás en la segunda parte y, gracias a situarlo como delantero, anotó dos goles”, destaca Taibo.
“Se celebró muchísimo en el vestuario y también en la vuelta en autobús. No faltó una ‘cañita’, obviamente”, añaden.
Con el objetivo cumplido, es momento para hacer balance global de la temporada. “Somos ambiciosos y siempre queremos más, pero ha sido una temporada dura y hemos acabado logrando el objetivo principal”, indica Jordi.
“Tuvimos momentos muy buenos, donde el equipo mostró carácter, compromiso y un gran nivel de juego. También pasamos por fases complicadas, con resultados que no nos acompañaron y situaciones difíciles. Lo más importante es que el grupo nunca perdió su identidad ni las ganas de competir”, comenta Mateo.
Y como es lógico, siente un poso de mejoría tras nueve meses intensos: “Ha sido un aprendizaje constante en todos los aspectos. Siento que aún queda mucho por aprender, pero soy mejor que antes”.
“La Liga ha sido muy competitiva y eso te hace crecer. Pienso que hemos tenido un equilibrio emocional importante y eso ha sido muy positivo para todos. Nos hará mejorar para el futuro más inmediato”, finaliza Uriach, que ya mira hacia el próximo curso.