No han pasado ni 48 horas y el Liceo y el Reus vuelven al Palacio de los Deportes de Riazor del que el viernes se marcharon de madrugada después de jugar un intenso primer partido de las semifinales del playoff que se decidió, en favor de los locales, en los penaltis después de sesenta minutos de juego y veinte lanzamientos. Hoy a las 12.30 horas todo vuelve a empezar, pero una nueva victoria dejaría a los locales a las puertas de la final. La cosa promete batalla, igual que la serie, ya al mejor de cinco, se espera larga. El conjunto verdiblanco lleva cuatro partidos, tres de cuartos y uno de semifinales, con dos prórrogas y con tres que acabaron con solo un gol de diferencia y el equipo contrario atacando sin portero. Está poniendo a punto unos corazones que en la grada siguen latiendo con fuerza con un Palacio convertido en un elemento diferenciador.
El Liceo ganó algo más que un punto. Recuperó el orgullo perdido en los duelos directos contra el Reus, en los que llevaba cinco derrotas seguidas. Y dio un golpe en lo deportivo, pero también en lo moral. Porque el conjunto rojinegro se fue con la sensación de haber hecho muchas cosas bien y que ni así le fue suficiente para ganar, con un coloso enfrente convertido en Rafa Nadal en la arena de Roland Garros, desesperando a los rivales corriendo de un lado a otro de la pista, pasando bolas, a cada cual más imposible, obligando al contrario a la excelencia, porque él no iba a fallar por voluntad propia. Una fortaleza mental con la que labró su leyenda el de Manacor y que es la que ahora les pide Juan Copa a los suyos.
Porque de físico ya se ve que van como motos. Jugaron el sábado pasado en Lleida. El martes en A Coruña. Repitieron el viernes. Y ahora les toca ¡el cuarto partido en nueve días! Pero el Liceo se maneja mejor en esta tesitura que cuando tiene varias semanas, con descanso por el medio, para preparar un partido. No le sientan bien los parones, de los que suele regresar con derrota. Es como si tuviese los músculos y el cerebro acostumbrados a jugar con la habitual fatiga que suponen los viajes de una punta a otra del país, aderezados este curso con las diez jornadas extra de Champions, más la ida y la vuelta de los cuartos de final, la Supercopa y la Copa del Rey. Ya van 45 partidos. El de esta mañana es el 46. Y se llegará sí o sí al 47. Y a veces el corazón llega a donde ya no lo hacen las piernas.
Pese a ello, mover el banquillo va a ser fundamental para este partido. El Reus jugó el viernes con una rotación de siete, sin dar entrada a uno de sus canteranos, Pol Martínez, de la generación de Jacobo Copa, que tampoco disfrutó de demasiados minutos. Juan Copa ya avisó que hoy sería diferente y que los que menos jugaron tendrían más oportunidades. Porque sobre todo Dava Torres y César Carballeira necesitan un poco de oxígeno. La mejor noticia es que, a nivel de goles, el equipo no está teniendo esa dependencia de ellos que existía, por ejemplo, el curso pasado. Obviando el penalti transformado por Carballeira en la tanda del viernes, los capitanes koruños solo anotaron en el duelo que abrió el playoff y que precisamente acabó con derrota frente al Lleida (5-6). En los otros tres, intervinieron en los goles, pero no fueron los que empujaron la bola a las redes, una tarea repartida pero que encabezan con cuatro tantos cada uno Bruno Saavedra, el único que ha anotado en los cuatro duelos de playoff, y Nil Cervera, que lleva tantos como en toda la liga regular.
Es más, el Liceo es el equipo con el protagonismo ofensivo más repartido en estas eliminatorias por el título con siete goleadores diferentes (todos salvo Jacobo Copa). Esto habla de las múltiples alternativas con las que cuentan los coruñeses, más problemas para el rival porque tiene que diversificar la atención
En el Reus el protagonismo es más evidente y eso no significa que sea menos peligroso. Porque todos están avisados de lo que Martí Casas puede hacer. Todo el mundo le espera. Y aun así, no se le puede frenar. El viernes añadió otros dos goles a su impresionante hoja de servicios del curso, con 29 en la liga regular, 6 en los playoffs, 9 en la Copa del Rey y 8 en Europa, la friolera de 52 tantos. Le sigue Marc Julià, que se ha destapado en la lucha por el título con cuatro, y Guillem Jansá, con uno. Tres goleadores en total.
Pero no hay que mirar solo a los que marcan goles. También tienen mucho que decir en la serie los porteros. Ya lo demostraron en la tanda de penaltis. No es que los lanzadores fueran muy malos. Es que tenían delante a un Martí Serra y un Cándid Ballart que lo pararon casi todo y los que quisieron ajustar al máximo intentando esquivar sus guardas, guantes o casco, tiraron hasta fuera. El del Reus fue más sólido en el juego. El del Liceo demuestra una enorme sangre fría. Está ante su última oportunidad de ganar un título de verdiblanco. Y el equipo depende en gran parte de su ayuda.
Ignacio Alabart se pone la capa al rescate de un Barça en apuros |
Cuando el Barça está en apuros, Ignacio Alabart se mete en la cabina de teléfonos y sale convertido en Superman. No tiene identidad secreta porque todos le conocen. Pero el coruñés se ha convertido en el héroe de un conjunto azulgrana que de fracaso en fracaso esta temporada, lo que ya se asegura que le costará el puesto a su entrenador David Cáceres, está salvando los muebles en la lucha por el título impulsado por el jugador formado en Compañía de María, que después de su lesión de cadera, ha vuelto justo a tiempo para ser el pichichi (con permiso de Martí Casas, con el que empata a seis goles) de este playoff.
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