Hace tres años a Rubén Río (A Coruña, 1997) le dijeron que si seguía jugando al balonmano, la lesión de cartílago que arrastraba en la rodilla le dejaría cojo para siempre. Ante este panorama, anunció su retirada con solo 25 años. Hoy cumple 28 y es uno de los jugadores más destacados de la Asobal. Un milagro con infiltraciones de plasma enriquecido mediante que le ha dado una segunda oportunidad. El curso pasado regresó en Cuenca. La estabilidad emocional de fichar por el Cangas y jugar al lado de casa terminó de cerrar el círculo.
¿Cómo se encuentra?
Muy contento. Estos últimos años han sido una montaña rusa de emociones. Después de la lesión, el año pasado en Cuenca fue como de transición, de decir, estamos aquí otra vez, y estoy disfrutando un montón porque estoy al lado de casa, mi familia me viene a ver cada dos semanas, mis amigos… Estoy muy a gusto y muy arropado.
Y encima destacando, entrando en el siete ideal de la liga.
Creo que es fruto de tener esa comodidad, de estar en un sitio donde me siento querido y arropado. Eso te hace estar más cómodo jugando y tener un mejor nivel.
¿Se imaginaba hace tres años que llegaría así a 2025?
No, la verdad que no, pero soy también muy exigente conmigo mismo y quiero más. De hecho, al principio de temporada estaba adaptándome todavía al equipo y estaba un poco ansioso, no me terminaba de salir como yo quería. Mis padres me decían que hacía dos años no podía ni correr. Y yo: ‘Pero eso ya fue hace dos años’.
¿Hay que aprender a mirar la vida con perspectiva?
Cuando vienes de estar como quien dice desahuciado y vuelves, como el año pasado en Cuenca, la gente piensa: ‘Bueno, volvió, pero este está ya de vuelta’. Por eso este año es distinto, de confirmación, porque estoy jugando todos los partidos, no he tenido lesiones ni nada, porque el año pasado en Cuenca sí que tuve bastantes problemas, aunque no fuera en la rodilla, pero la gente debía de pensar ‘este es de cristal’. En este ya estoy demostrando que estoy aquí otra vez. Obviamente hay que ver todo el esfuerzo que llevo hecho y valorarlo, pero una vez que llegas ya quieres más.
¿Fue demasiado exigente consigo mismo en Cuenca?
El año pasado fue de vuelta, lo que pasa es que me rompí la mano, luego los abdominales... Era como que cuando volvía a un buen nivel, boom, otra vez para abajo. Eso desgasta mucho psicológicamente, prácticamente nunca me había lesionado antes de lo de la rodilla y después fue una tras otra. Yo creo que al volver a casa, no sé, quizás me siento también psicológicamente mejor y eso ayuda también a estar mejor físicamente y no tener este tipo de problemas.
¡Yo estoy muy loco! Con miedo nunca juego. Quizá por eso me he lesionado tanto...
¿Cuál es el objetivo grupal?
El Cangas lleva muchos años en la cuerda floja, peleando hasta el último momento por la salvación, y yo creo que el club lo que busca es una estabilidad. Tenemos la infraestructura, porque lo están haciendo genial, para estar en mitad de tabla tranquilos y de ahí ir poco a poco creciendo. Con los pies en el suelo, obviamente no vas a pasar de quedar tercero por abajo a puestos europeos en un año, pero ir en dinámica ascendente. Cambiar esa mentalidad de ser el equipo que sufre hasta el último día y pasar a ser un equipo más de mitad de tabla, incluso ir soñando un poco. Es lo que intento transmitir, que aunque ya haya esa predisposición y esa mentalidad, al final el club ha crecido mucho y lo que tenemos que intentar los jugadores nuevos es intentar que la gente cambie esa mentalidad y tenga un poco más de ambición.
¿Y el personal?
Asentarme otra vez como jugador y dar la sensación a la gente de que estoy de vuelta, de que hay que olvidar lo que pasó y disfrutar y ver año a año cómo va evolucionando mi físico y hasta dónde puedo llegar. Mi carrera ha vuelto a empezar, terminó hace tres años y ahora ha vuelto a empezar, y esto es un poco para disfrutar y ver hasta dónde se puede llegar. Yo obviamente sigo teniendo ambición, no por volver a Galicia me voy a limitar a decir que estoy aquí cómodo y ya está. Quiero ver hasta dónde puedo llegar y ver hasta dónde puede llegar el club porque al final están haciendo las cosas muy bien y yo creo que van a seguir creciendo. Tengo ambición, porque si no tienes ambición no vale de nada seguir jugando.
¿Se puede soñar con volver con la selección española?
La selección no es algo que sea tu objetivo principal, pero al final todo el mundo trabaja para mejorar y si algún día llega esa llamada, completaría una bonita historia de superación. La selección es una top cuatro del mundo y hay muchísima competitividad, hay jugadores que son buenísimos y es muy difícil llegar ahí, más después de todo lo que me ha pasado.
¿Qué compañeros con los que proclamó campeón del mundo júnior llegaron a la absoluta?
Aleix Gómez, Dani Dujshebaev, Chema Márquez, Agustín Casado... Una buena camada. Yo espero que me queden unos cuantos años. Cuando tienes un episodio como el que me pasó a mí aprendes a valorar las cosas de una manera diferente. Antes pensaba todo el rato en el siguiente paso y ahora es como, estoy aquí este año y lo que venga vendrá. No va a cambiar nada en mi presente pensando en lo que va a pasar dentro de seis meses. Aprendes a valorar más el momento.
¿Y queda algo de miedo?
¡Yo estoy muy loco! Con miedo nunca. Quizá por eso me he lesionado tanto (se ríe). Quizá sí ciertos bloqueos en determinadas acciones o movimientos, pero es más el subconsciente que el que tú tengas miedo. Hay movimientos que quizá el cerebro los tiene medio bloqueados porque se tiende a proteger. Pero con miedo nunca. Si jugara con miedo… Mejor no jugar.
¿En qué consistió el tratamiento que lo recuperó?
En Francia me hicieron una mosaicoplastia, que es que te quitan cartílago de otras zonas que no utilizas tanto y te la ponen donde falta. Y con eso no era capaz de jugar. Me dolía un montón. Y lo que me hicieron al final fue poner unas plantillas para cambiar el eje de la pisada, para que la zona que tenía afectada prácticamente no tuviera impacto. E infiltraciones de ácido hialurónico y plasma enriquecido, pero no solo inyecciones, sino que me metieron el plasma dentro del hueso en una operación. Me taladraron el hueso con una aguja muy gorda y me iban metiendo el plasma en todos los edemas que tenía el hueso por dentro. Pasé de que cada vez que corría 5 minutos la rodilla se me pusiera como un bombo a que no se me hinchara nada. Este verano creo que me lo vuelven a hacer. Como son los médicos que me curaron... lo que me manden.
No oculto que soy del Dépor. Alguna pullita siempre hay. Me gusta la rivalidad siempre que sea sana
Se fue a Gijón con 17 años y después pasó por Valladolid (cuatro temporadas), Francia (Ivry y Cherbourg, coincidiendo con la lesión) y el año pasado, Cuenca. ¿No se lo pensó mucho cuando surgió la oportunidad de fichar por el Cangas, prácticamente al lado de casa?
Cuando el año pasado fui a jugar allí con el Cuenca, tenía un compañero de equipo, Arnau Fernández, que ahora juega también en Cangas, que yo ya sabía que estaba fichado. Cuando vi el ambiente, y además justo hacía sol ese día (se ríe), le pedí que hablara con el entrenador y le dijera que yo también quería ir. A los dos días ya me habían llamado y tanto ellos como yo hicimos por acercar las posturas y fue bastante fácil. Me pedía el cuerpo volver, llevaba 10 años fuera de Galicia y necesitaba volver a casa, sentirme querido. Al final allí, al ser gallego, la afición me tiene un cariño especial y la verdad que yo creo que fue un acierto.
¿En balonmano no hay rivalidad norte-sur?
En el balomano no. Porque al final el Cangas es ahora mismo el único equipo en Asobal.
¿Y por lo colores futboleros?
Siempre hay alguna pullita. Además yo no escondo que soy del Dépor y siempre los pico. Mientras que sea sana la rivalidad, todo bien.
Mejor no llevar comportamientos radicales al balonmano, como la grave agresión ocurrida en Sanxenxo.
El balonmano no es así. Por ejemplo la afición del Cangas, la Marea Azul, va a casi todos los desplazamientos y se lleva genial con todas las aficiones, de hecho quedan con las de los otros equipos el día anterior y van a comer. Eso es una cosa que no hay en muchos otros deportes, esa hermandad, que todo el mundo va al pabellón a disfrutar. Obviamente unos sienten los colores de un equipo y los otros los del otro, pero dentro de un saber estar. Lo que pasó, la agresión, son actitudes que hay que castigar. No puede ser que los niños aprendan este tipo de comportamientos agresivos. Hay que condenarlos en cualquier deporte.
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Después de unos años fuera entre la lesión y su paso por Francia, ¿qué Asobal se ha encontrado a la vuelta? Mucho mejor. Yo creo que se están haciendo las cosas bastante bien en general en el balonmano español y en el caso particular del Cangas es como el día y la noche. Cuando yo me fui era un club que quizá estaba empezando a hacer las cosas bien, pero era un club de pueblo, un club muy poco profesionalizado. Ahora ya tiene la infraestructura de un club profesional en todas las áreas, como la de las redes sociales, que nos da mucha repercusión. Y remodelaron el pabellón con un lavado de cara enorme. Todo lo que envuelve a los clubes es lo que realmente hay que trabajar mucho y eso es lo que está haciendo la Asobal. El aficionado quiere ir al pabellón y pasárselo bien, que sea como una fiesta, pasar el día en familia, con comida y música. Es lo que está pasando en Cangas, que el pabellón se queda pequeño, con gente de pie, no entra nadie más, porque es una experiencia más allá del hecho de ir a ver un partido.
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