Rubén Guerrero Pino (Marbella, Málaga, 1995) es el techo del Granada y uno de los jugadores más altos de la Liga ACB con sus 2,13 metros de estatura. El pívot andaluz, promesa del básquet nacional durante sus años en la cantera de Unicaja y en las selecciones españolas inferiores, conoció la vertiente menos lustrosa del deporte profesional cuando el año pasado descendió con el Obradoiro en la última jornada. El sábado vuelve a Galicia para medirse al Leyma Coruña (20.45 horas) en un duelo directo por evitar el farolillo rojo.
El Granada encadena ocho partidos sin ganar y visita al Básquet Coruña, los dos en descenso a cuatro y cinco partidos de la permanencia, respectivamente. ¿Cómo se maneja una situación así?
Es bastante complicado, pero aún hay posibilidades y los dos tenemos que agarrarnos a eso. El partido en A Coruña es importantísimo, nos jugamos literalmente la vida y tenemos que ganarlo sí o sí. No solo por la permanencia, sino por que nos merecemos una victoria.
¿Es más duro el día a día después de tantas derrotas?
Sí, pero es una parte más del deporte profesional. No siempre se gana y a veces entras en una dinámica como esta. Hay que seguir entrenando cada día con buena actitud y profesionalidad. Si te hundes en una mala situación y en las circunstancias que rodean al equipo, es imposible salir.
El año pasado vivió un descenso en la última jornada con el Obradoiro.
Fue un año muy duro, luchando hasta el final y con opciones hasta la última jornada, pero salió cruz en la moneda y fue un desenlace muy feo, ya no solo por los jugadores, sino por los trabajadores del club, los aficionados, la ciudad... Fue un final muy triste.
Santiago, quitando el clima, es muy bien sitio, una ciudad pequeña y con encanto
¿Qué recuerdos guarda de Santiago de Compostela y sus dos temporadas en el Obra?
Después de tanto tiempo allí le tengo mucho cariño al club. Siempre me trataron muy bien, son muy buena gente y trabajan con el corazón. De hecho, en el parón de la Copa del Rey subí a Santiago a visitar a los trabajadores que aún quedan allí de cuando yo estuve. Fue muy especial, como si nunca me hubiera ido. Siempre me sentí muy querido por la afición, que estuvo al pie del cañón hasta el final. Y Santiago, quitando el clima, es muy buen sitio, una ciudad pequeña y con encanto. También pude visitar varios sitios de Galicia, buena tierra.
No echa de menos la lluvia.
No (risas). La comida es lo que más echo de menos porque me gusta mucho la gastronomía y en el Obra teníamos un grupo muy bueno y salíamos juntos a comer. Aunque en España se come muy bien, la calidad del marisco, que podías encontrar en cualquier sitio, se echa mucho de menos.
Dicen que Moncho Fernández es un entrenador especial, ¿cómo le marcó?
Su forma de ser es lo que más me ha marcado. Es una persona muy perfeccionista, exigente en cada detalle y que, si algo sale mal, se repite hasta hacerlo casi perfecto.
En Santiago coincidió con Scrubb, jugador del Leyma.
Compartimos vestuario durante mi primera temporada en el Obra, sí. Es muy buen tío, siempre con una sonrisa en la cara, y es un súper profesional y un jugador increíble.
¿Le sorprende la situación del Básquet Coruña después de fichar a jugadores con tanto nombre como Heurtel, Thompkins, Lima o el propio Scrubb?
Por desgracia, en esta Liga todos los equipos hacen grandísimos fichajes, gente que ha competido a muy alto nivel, y a veces las cosas pueden salir como no te lo esperas. Viéndolos en pretemporada, que ya jugamos contra ellos, y después del inicio de curso con la victoria contra el Real Madrid, se notaba que se conocen muy bien, que son un equipo que mueve mucho el balón y que tiene grandes fichajes. Parecía que iban a dar mucha guerra, pero la temporada tiene muchos altibajos y la ACB es una Liga muy difícil.
Parecía que el Básquet Coruña iba a dar mucha guerra, pero la ACB es muy difícil
Por dentro tiene una rotación con hasta cinco pívots: Diagne, Huskic, Lima y el último en llegar, Silins. ¿Qué emparejamiento prefiere?
Son muy grandes y cada uno tiene un juego distinto: unos son buenos al poste, otros por encima del aro, otros mejores pasadores… Ninguno me viene mejor o peor, pero tengo que estar preparado para distintas formas de jugar.
Visitan por vez primera el Coliseum, un recinto con una media de 7.000 espectadores.
Sabemos lo que nos vamos a encontrar. Su casa es un infierno y tenemos que estar preparados para la batalla.
Antes de jugar en el Granada y en el Obradoiro militó tres temporadas en Unicaja. ¿Le da pena haberse marchado justo cuando rompe el ciclo ganador: cinco títulos en dos años?
Tuve la mala suerte de llegar a Unicaja cuando atravesaba un periodo un poco raro, con varios entrenadores, varios directores deportivos, varios presidentes y muchos fichajes que no salían bien. Fue una mala época, pero si eso ha servido para verles jugar y ganar como lo están haciendo ahora me alegro mucho por ellos.
Antes ya había pasado por la cantera de Unicaja y ganó dos medallas europeas con las selecciones españolas, una plata sub-18 y un bronce sub-20. ¿Estaba su carrera encaminada hacia el profesionalismo?
Nunca pensé en llegar a ser profesional. Las cosas iban saliendo bien, pero solo quería divertirme. Ni siquiera en mis años de júnior o por ir a la selección pensaba que fuese a llegar. Mirando hacia atrás, ¿cuántos jugadores han conseguido medallas y no han llegado a la ACB? Siempre he tenido la cabeza fría y los pies en el suelo. Las cosas llegan con paciencia y trabajo.
El sueño americano: "Fue una apuesta a ciegas, pero salió muy bien" |
Guerrero hizo las maletas con 17 años para cumplir el ‘sueño americano’, acabó la Secundaria con una beca deportiva en la Sunrise Christian Academy de Wichita (Kansas) y jugó cuatro temporadas en la primera división de la NCAA, la potente liga universitaria estadounidense, tres en South Florida y una más en Samford (Alabama).
¿Cómo surgió la posibilidad de viajar a Estados Unidos?
¿Cómo fue el shock cultural?
Jugó tres años en South Florida y el último coincidió con Ángel Núñez, actual jugador del Leyma Coruña.
El año siguiente cambió de universidad y terminó su etapa estadounidense en los Samford Bulldogs a las órdenes de Scott Padget, exNBA y que pasó de manera efímera por Granada. ¡Lo pequeño que es el mundo! Scott coincidió jugando con uno de mis asistentes ahora en Granada, Andrea Pecile, que tiene muy buenos recuerdos de él como jugador. No había caído hasta que llegué aquí. Uno de los factores por los que pensé en irme a Samford fue precisamente por Scott, que fue un pívot con muchísima experiencia en la NBA y en Europa. Fue mi mejor temporada, una pena que fuese la última, aunque me sirvió para volver a España con un contrato. |