Mario Cabanas Fidalgo (A Coruña, 1985) colgó las zapatillas hace tres años. Cuando todavía vestía tirantes en el Culleredo de Liga EBA abrió una empresa de eventos deportivos, pero la pandemia le obligó a cerrar. Desde entonces entrena a tres equipos en el colegio Compañía de María y se dedica a la crianza de sus hijos: Adrián, de cuatro años, y Daniel, de dos.
¿Le costó asumir la retirada?
No demasiado. El último año que jugué tuve bastantes problemas en la fascia plantar y jugué muy mermado. Ya había entrenado y jugado con dolor, pero en un nivel superior, y no estaba disfrutando. Se me juntó que nació mi segundo hijo y entre las dos cosas decidí parar. Algún equipo gallego de Primera Nacional me contactó para seguir una temporada más, pero ni siquiera lo valoré.
¿Qué es lo que más echa de menos de la competición?
La adrenalina de los partidos, unos playoffs, una Final Four, los viajes y la preparación. Hay momentos muy buenos, pero también hay momentos muy jodidos, hay sitios en los que encajas mejor y otros en los que encajas peor. Una carrera son muchas montañas rusas, pero verte en un pabellón lleno, con esa presión... Es difícil de describir lo que genera si no has estado ahí. Siempre lo he llevado bastante bien, nunca me ha acongojado ser el protagonista en equipos de LEB. Soy un tío tranquilo y me gustaba esa responsabilidad de estar en la pista y tener el balón en los últimos minutos.
¿Cual fue su mejor momento?
El momento más emotivo fue cuando acabé la temporada de Plata con L'Hospitalet y me llamó mi agente para ir a jugar a Sevilla en la ACB. Primero fue un shock porque no tenía en mente ese doble salto. Hasta que no tenía el contrato delante con el nombre del equipo no me lo creía porque me pasó más veces. Esos dos años en Sevilla fueron el clínic más grande que tuve: disfrutar, conocer y competir con jugadores de élite, de la selección, los viajes que hicimos, haber jugado la Final Four de la Eurocup en Treviso… Jugar la Copa del Rey en Bilbao fue la hostia.
Jugar la Copa del Rey en Bilbao fue la hostia
¿Y el peor?
El último año de LEB empecé en Marín y no lo pasé nada bien, por muchos motivos pero en el fondo porque no estaba a gusto. Estaba bastante agobiado, en general, y hablé con mi agente para salir. No tenía porque estar en un sitio en el que no estaba a gusto. En Burgos me trataron genial todos, allí estaba Epi, pero fue solo por un mes para cubrir una baja. Entonces me salió la opción de Lugo, también porque se había ido otro jugador. Acabé la temporada sin tener un papel importante, pero sí con una tranquilidad y respetado desde el minuto 1. Recuerdo que cuando tenía 16 años fui una vez a ver un partido en Lugo y pensé que sería un sueño vestir esa camiseta y vivir ese ambiente. Fue como cerrar un círculo y me dio esa paz que además supuso el final de mi carrera profesional.
Pero aún jugó cuatro años más en Culleredo.
Fue un poco de rebote, entre comillas. El último año que jugué en LEB mi cabeza y mi cuerpo no estaban preparados para emprender ningún viaje más. Necesitaba un poco de tiempo y, a través de mi agente, me dijo que en Culleredo tenían interés. Se juntó que llevaba cuatro años de relación a distancia con mi novia, Ana, que ahora es mi mujer, pero la mandaron para Arteixo y su empuje me hizo tomar la decisión de no irme por ahí.
Un exACB jugando en EBA. ¡Qué contraste!
Me costó mucho adaptarme al proyecto de Culleredo al principio porque venía con una exigencia muy alta en todos los sentidos. Era un equipo de chavales que estaban estudiando y no estaban en el mismo punto que yo, era otro rollo. Quizá el primer año no lo disfruté tanto porque tenía una mochila muy grande. Hasta que entendí un poco la exigencia que reclamaba ese nivel no empecé a disfrutarlo de verdad. Vengo de un mundo de nivel muy alto.
¿Cómo fue su transición hacia el mundo laboral?
Mi segunda temporada en Culleredo [2019-20] monté una delegación de eventos deportivos con un amigo de Asturias, pero con la pandemia no salió bien y tuve que cerrar. Decidí, con más tiempo libre, formarme un poco más: cursé un Máster en Dirección y Gestión Deportiva y este último año me saqué el carné de entrenador de nivel II por la FEB y me gustaría sacarme el superior. No me veía en otro mundo que no estuviera relacionado con el deporte. Es lo que hice toda mi vida.
No me veía en otro mundo que no estuviera relacionado con el deporte
¿Qué enseñanzas o consejos de su etapa como profesional traslada en sus entrenamientos?
Un poco de todo, no solo técnica y táctica, sino consejos mentales para canalizar la frustración y la energía de los niños. Les intento transmitir calma en esos partidos que generan más nervios o tensión, les digo que si no va bien no pasa nada. A veces se autoexigen demasiado y se bloquean. En la parte un poco más táctica o técnica les ayudo a resolver diferentes situaciones, pero no son categorías en las que pueda profundizar mucho. Son grupos a los que les encanta el baloncesto y están bastante atentos. Los niños flipan porque conocen mi trayectoria.
¿Le gustaría llegar más lejos como entrenador?
No lo descarto, pero a día de hoy no me veo. Volver a irme y dejar sola aquí mi familia sería mucho esfuerzo para Ana [su mujer] y los niños…
¿Cuáles fueron los entrenadores que más le marcaron y por qué?
Cada uno, en un determinado momento, me ayudó en ciertas cosas: en la parte de formación de Zaragoza y Granada, que estuve dos años, tuve mucha parte de técnica individual fuera del equipo que me aportó mucho; en Canarias, mi primera experiencia profesional, Alejandro Martínez me enseñó a entrar en el mundo profesional desde su tranquilidad; el año de A Coruña, con Tito Díaz, aunque ya tenía más experiencia, también me enseñó otra manera de trabajar... Pero en Sevilla estuve con los mejores: Joan Plaza, Diego Ocampo y Zan Tabak, un tío que ha jugado en la NBA. Era como un sueño. Esa parte de trabajo individual fue muy grande para mí. Le echamos muchas horas con todo el pabellón para nosotros.
¿El rival que más le impactó sobre una cancha de baloncesto?
Me he enfrentado a americanos que eran muy duros. Siempre con respeto, pero nunca con miedo. Siempre me he considerado un buen defensor y me preparaba a conciencia el scouting. Es verdad que defender a Thiago Splitter, que era de mi generación y ya lo estaba partiendo en la ACB, fue tremendo. Estar en pista con él, defendiéndole y, a la vez, pensando en el partido, que no meta, había una parte emocional, de alegría… También contra Garbajosa o Felipe Reyes, en el Real Madrid de Messina, que los había visto por la tele. Se me ponía la piel de gallina y tenía que controlar esas sensaciones.
Se me ponía la piel de gallina cuando defendía a Splitter, Garbajosa o Felipe Reyes
¿Y un compañero que le haya inspirado en el vestuario?
Por suerte o por desgracia, cambiaba de equipo casi cada año. Vivía diez u once meses con doce tíos que eran mi familia, pero comparía cosas más personales o el tiempo libre con uno o dos con los que aún mantengo relación. El grupo de amigos que tenía de 16 años lo perdí, pero ahora tengo muchos repartidos por ahí. Este año por ejemplo que vino Joan Sastre (CB Canarias) a jugar a Coruña, quedamos para cenar y estuvimos contando batallas como si no hubiese pasado el tiempo.
Es entrenador a tiempo parcial y padre a tiempo completo.
Por el trabajo que tiene Ana yo paso más tiempo con ellos. Es algo que tenía claro porque siempre me han gustado los niños y la crianza. Podría buscarme un trabajo con más horas, pero significaría contratar a alguien para cuidarlos y queremos fomentar la conciliación familiar.
¿Qué ha fallado en la temporada del Básquet Coruña?
Más que fijarme en el descenso y en las cosas que se podían haber hecho mejor, me quedo con lo bueno. Hace tres o cinco años nadie podía pensar que íbamos a vivir un año de ACB en A Coruña, ganándole a equipos de Euroliga con el Coliseum lleno de familias que van a disfrutar del baloncesto. Ha sido un regalo.
¿Qué necesita el Leyma para volver a la ACB?
Yo sé lo que cuesta llegar arriba y la LEB [ahora Primera FEB] se está convirtiendo en una Liga en la que caen equipos con mucho nombre a los que les está costando salir de ahí. Desconozco cuál es la planificación, pero sería interesante hacerla lo más rápido posible. Está claro que, viniendo de la ACB, puede tener esas prisas de volver ya, pero yo creo que debería tener pausa y quitarse un poco de presión. El ejemplo perfecto es Canarias, que fue quemando etapas con paciencia hasta llegar arriba.
¿Quién cree que va a ganar la ACB esta temporada?
Va a estar bastante reñido y puede haber alguna sorpresa. Voy a apostar a que llega Canarias, pero por el otro lado no tengo ni idea: Madrid, Barça, Unicaja... Han hecho una liga regular muy buena y si las lesiones les respetan se van a plantar en la final. Este es su año.
Tres temporadas en la élite |
Tres temporadas y 54 partidos en la ACB jalonan la trayectoria de Mario Cabanas. Formado en el Calasanz, se fogueó en la Liga EBA con el Casablanca Zaragoza (2003-04) y el extinto CB Granada (2004-2006) antes de debutar como profesional en el CB Canarias (2006-2008), con el que ascendió de LEB Plata a Oro. Un año después dio un paso atrás en L'Hospitalet (2008-09) para dar dos hacia delante.
Tenía 24 años cuando recibió la llamada de un equipo ACB. “Fue un shock. Hasta que no tuve el contrato con el nombre del equipo delante no me lo creía”, se sincera. Jugó dos temporadas en el Cajasol Sevilla (2009-2011) al lado de Louis Bullock, un joven Tomas Satoransky o un Beqa Burjanadze todavía en edad júnior y con un cuerpo técnico de lujo: Joan Plaza, Diego Ocampo y Zan Tabak. Disputó la Copa del Rey y una final de la Eurocup.
Su tercera y última campaña en la élite fue con el Obradoiro de Moncho Fernández (2011-12). Posteriormente bajó un escalón para jugar en LEB Oro con un rol superior en Navarra (2012-13), Básquet Coruña (2013-14), Palma (2014-15) y Oviedo (2015-16). Su última campaña profesional no arrancó bien en Marín (2016-117), pero mejoró en San Pablo Burgos, dirigido por Epi, y en Breogán (2017), donde cerró el círculo antes de alargar su carrera al lado de casa, cuatro temporadas en el CB Culleredo de EBA. |