El baloncesto es uno de los deportes que manejan más números, especialmente desde la entrada en escena, no hace demasiados años, de la estadística avanzada. Cifras y más cifras que explican (o tratan de hacerlo) lo que sucede en el parquet.
También están los números de los despachos, los que hay que cuadrar para el correcto funcionamiento de un club, o empresa, que es en lo que se han convertido prácticamente todos los clubes de élite del basket español. Ese tipo de cifras que, en los próximos meses, serán el principal compañero de viaje de la directiva del Basquet Coruña en la segunda etapa del camino a la ACB.
Una ruta que también tienen sus guarismos, por supuesto.
Empezando por el tiempo que la entidad herculina se ha pasado en la Liga LEB/LEB Oro hasta conseguir su primer ascenso a la máxima categoría.
Desde el debut en la segunda división, el 18 de septiembre de 1998 y de infausto recuerdo por la chosca ante el Breogán (47-96) –todavía la más dura encajada en la segunda categoría nacional–, hasta el último partido de la temporada 2001/2002, el cuarto y exitoso (71-66) del playout contra el Cajasur Córdoba, disputado el 8 de mayo de 2002, transcurrieron 3 años, 7 meses, y 19 días. O, lo que es lo mismo, 1.328 hojas del calendario.
Poco después de concluida su cuarta campaña en la entonces llama Liga LEB, la directiva encabezada por Quique Caruncho se vio obligada a vender la plaza. El comprador fue el CB Zaragoza.
A partir de ahí, el Basquet Coruña vagó por la Liga EBA. Primero, en un pack de dos temporadas, antes de que un error burocrático echase al club de la última categoría nacional. Tras un curso en Primera Nacional, vuelta a la EBA, y aventura posterior en la efímera LEB Bronce (07/08), seguida de cinco consecutivas en la LEB Plata.
El 7 de octubre, fecha del (re)debut en la LEB Oro, con triunfo por 77-73 ante el Navarra, acabó una espera de 10 años, 4 meses, y 27 días (3.805 días) para jugar en la antesala de la ACB. Y desde esa fecha hasta el ascenso hubo que aguardar 4.233 días (11 años, 7 meses, y 3 días).
En total, el Basquet Coruña ha necesitado 5.561 días en la segunda categoría nacional para dar el salto a la primera.
En este tiempo, el equipo que ha estado entrenado por siete hombres. Dos coruñeses fueron los pioneros. Javier Castroverde lo hizo en la temporada 97/98 y luego entregó el testigo a su discípulo, Juan Díaz, quien lo dirigió las tres siguientes.
En la 12/13 estuvo a los mandos Antonio Herrera, quien no continuó a pesar de la primera clasificación para los playoffs. Al andaluz le siguió otro gallego, Tito Díaz, quien en sus cuatro campañas a la batuta empezaría a sentar las bases de un Basquet Coruña de zona noble de la tabla.
El lucense dejó su sitio al reputado Gustavo Aranzana, guía de la nave naranja durante dos ejercicios, uno menos de su sucesor, Sergio García, y los mismos que ha necesitado Diego Epifanio para llevar al equipo a la cima.
Estos siete técnicos han tenido a sus órdenes a un total de 153 jugadores, contando con los canteranos o de equipos vinculados que han jugado muy esporádicamente.
El ala-pívot coruñés Gus Díaz es el único que disputó las primeras cuatro temporadas en la segunda división. Una más vistió (ya de naranja) Ángel Hernández, quien llegó al club herculino en la campaña 13/14.
El doctor andaluz jugó un total de 166 partidos, la segunda cifra más alta de la historia del BC, por detrás de los 192 de Zach Monaghan, el Mago de Palatine, que perteneció al club durante seis campañas, no todas completas, lo que le impidió convertirse en el primer bicentenario.
Por último, están los números que más valor tienen: los que se consiguen en la pista, los que dan las victorias.
Tras 16 campañas en Oro, el Basquet Coruña se colocó en números verdes. Los 27 triunfos y 7 derrotas de la recién finalizada fase regular hacen un saldo global de 267-263.
El desglose da una marca de 244-235 en regular, de 15-24 en playoffs y de 9-2 en playouts, series por evitar el descenso. Tres disputó el BC, y ganó las tres: Inca (3-1), Ferrol (3-0) y Córdoba (3-1). Hechos también heroicos que ahora se ven desde la más absoluta lejanía.