“Somos un equipo por encima de cualquier jugador, qué mas puede pedir un entrenador”, decía Juan Copa después de ganar el domingo al Reus en el segundo partido de las semifinales del playoff. Solo unas horas antes, Luis Enrique había destacado justo lo mismo tras el incontestable éxito de su PSG en la Champions. “Si me gusta mucho esta película, aparte de porque yo pueda ser uno de los protagonistas o incluso el responsable, es porque tenemos estrellas pero que están en función del equipo. Y no al revés. Y eso no es muy fácil y menos en el mundo del fútbol”, respondía a quien le recordaba que el grupo había perdido al inicio del curso a Kylian Mbappé, su principal referencia. El equipo coruñés tampoco vive de la inagotable aportación de un único jugador. Lo demuestran los números del playoff en el que el Liceo ha marcado 18 goles repartidos entre los ocho jugadores de pista. No tiene a un Mbappé, o un Martí Casas en este caso, que centren toda la atención de las defensas. Como en el PSG, los roles están repartidos y cada uno está absolutamente convencido y concienciado de qué es lo que tiene que hacer.
Porque sí tiene un Lucho. Ojo, que Juan Copa es Juan Copa. Único. Original. Y si no existiera tendrían que inventarlo. “É o mellor e ao carallo”, que escribió el domingo el periodista de la Televisión de Galicia Óscar Benito. Pero al final los genios comparten esencia. Nacidos en el mismo año (1970), el entrenador del Liceo y Luis Enrique son de esas personas que no dejan a nadie indiferente y que viven con absoluta devoción por su trabajo. Tanto que este ha dejado de ser un simple oficio, una manera de ganarse un sueldo (en la cantidad sí que hay diferencias) para convertirse en una forma de vida y el reflejo de cómo afrontan su paso por esta.
Destacan Bruno Saavedra y Nil Cervera, ambos con cuatro, pero les siguen Tato Ferruccio (3), Dava Torres y Arnau Xaus (2) y César Carballeira, Fabrizio Ciocale y Jacobo Copa (1)
“Tienes que motivar a tus jugadores y hacerles creer que es posible”, comentó el asturiano tras el título de la Champions, destacando la figura de Ousmane Dembélé, con fama de verso libre (a lo Tato Ferruccio), pero cuyo convencimiento y fe absoluta en los axiomas luisenriquistas es una de las claves que ha llevado al PSG a dar el ansiado asalto al título europeo. Juan Copa hace semanas que repite como si fuera un mantra que todos los jugadores, con los que a lo largo de la temporada ha ido teniendo reuniones y charlas individuales, han aceptado su rol para ser un equipo unido. Desde el que juega casi todos los minutos hasta el portero suplente, Martín Rodríguez, siempre en el banquillo, animando y a la vez preparado por si llega su momento. De hecho, mucho después de que terminara el partido del domingo, de que atendiera a la prensa y cumpliera con los compromisos, el técnico abandonaba la pista hacia el vestuario y a mitad de camino regresó a donde estaban los jugadores haciendo los ejercicios de estiramientos para expresamente chocar la mano del guardameta coruñés.
El mensaje es que todos son importantes. Todos forman parte de lo que está pasando. Jueguen cuarenta minutos, jueguen cinco o ninguno. Cuando toque salir, creer en lo que se está haciendo y dar el máximo. Y cuando no, empujar a los compañeros. Solo hay que ver cómo salta el banquillo con cada acción de juego. Y si no aportas, te apartas. Ahí está el éxito de este Liceo que antes de que empezaran las semifinales las encuestas daban con un 12% de posibilidades de ganar el título por el 45% del Barça, el 32% del Reus y el 11% del Calafell. Aunque aún no está nada hecho y no hay que dar por muerto al Reus por más que la serie viaje allí con 2-0, el playoff ha reforzado la imagen del Liceo.
El técnico ha convencido a cada uno de cuál es su papel y que todos son importantes
Esta cohesión de grupo, unida a una mentalidad y una personalidad cien por cien ganadoras y a un estado físico brutal para aguantar un ritmo infernal, convirtieron la que hasta ahora era una debilidad, la de no contar con un gran goleador capaz de desnivelar partidos, en una fortaleza en el playoff. Ahora no hay uno. Hay ocho. En los cinco partidos de eliminatorias el Liceo ha repartido el protagonismo entre todos sus jugadores. Quizás destacan Bruno Saavedra y Nil Cervera, ambos con cuatro, pero les siguen Tato Ferruccio (3), Dava Torres y Arnau Xaus (2) y César Carballeira, Fabrizio Ciocale y Jacobo Copa (1).
“Los Balones de Oro no los tenemos que fichar, los tenemos que fabricar”, comenta Luis Enrique en su documental No tenéis ni **** idea. Es una filosofía a la que también se aferran en el Liceo, aunque este más por necesidad, ya que no dispone de los millones del jeque catarí, a lo sumo la aportación del imperio gallego del cartón. Tampoco es que le funcionara a Al-Khelaifi la táctica de firmar a todas las estrellas a su alcance y ponerlas juntas sobre el césped a correr detrás del balón. No es tan fácil como eso.
El club coruñés no puede competir en el mercado con las potencias portuguesas. Ya ni el Barça, que después de una temporada nefasta no puede ir a por grandes estrellas y se reforzará con un jugador del Lleida (Nico Ojeda), puede hacerlo. Incluso los proyectos más potentes de Italia adelantan en presupuesto y salarios al Liceo, cuya dirección deportiva ha decidido apostar por la planificación, tanto por ser los primeros en llamar como por fijarse en jóvenes con potencial.
12 % de opciones de ganar el título de la OK Liga le daban las encuestas al Liceo antes de empezar las semifinales por el 45% del Barça, el 32% del Reus y el 11% del Calafell.
Porque además esa es otra de las características que acompañan a Juan Copa. Jugador que pasa por sus manos, jugador que mejora. Los hermanos Di Benedetto, que ahora triunfan en Portugal, Carlo en el Porto, Roberto en el Benfica y Bruno en el Oliveirense, son tres ejemplos, sobre todo el primero, que no terminaba de explotar con Carlos Gil hasta la llegada del coruñés al banquillo. Ahora el entrenador verdiblanco tiene en sus manos a tres jugadores nacidos entre 2003 y 2006, Nil Cervera, Bruno Saavedra y Jacobo Copa, a los que se les unirá el próximo año Tombita, que volverá tras su cesión en Lleida. Liceo de presente, acortando plazos otra vez, sin años de transición. Y Liceo de futuro.