Osasuna vuelve a citarse con la historia por segunda vez en sus 103 años de vida tras varios años dando grandes pasos que buscarán culminar con la consecución de su primer título en el estadio de La Cartuja de Sevilla ante el Real Madrid.
11 de junio de 2005. Han pasado 18 años desde que unos 20.000 (algo más de 14.000 socios) rojillos poblasen las gradas del Vicente Calderón para salir, pasadas las 23:30 horas de la noche, con la miel en los labios. Naufragaron en la orilla tras el tanto del bético Dani, siendo conscientes de la ocasión perdida, pero estando seguros de que el destino les tenía guardada una nueva oportunidad.
Los años siguientes a la derrota trajeron a Pamplona éxitos deportivos en forma de participaciones en la Copa de la UEFA, con unas semifinales incluidas, permanencias ligueras o el gusto de escuchar en El Sadar el himno de la Liga de Campeones durante la fase previa ante el Hamburgo, algo poco usual que con los años quedaría, tristemente, en el olvido.
La segunda década del siglo XXI fue un tobogán de emociones. Tras un noveno y un séptimo puesto, que a punto estuvo de devolverle a Europa, el equipo bajó en la 2013/14 a Segunda División. Fue entonces cuando todo explotó. El dramático descenso destapó la grave crisis financiera que atravesaba la entidad y llevo a Osasuna a los tribunales por casos relacionados con impagos a la Hacienda foral y por corrupción deportiva.
El club de Tajonar pareció haber tocado fondo, pero en su primera aventura en la categoría de plata tras 14 años en Primera, la cosa se puso fea y a punto estuvo de ir a peor. Con la caída de Miguel Archanco en la presidencia, Luis Sabalza tomó las riendas con la incertidumbre de llegar a un club sin proyecto y con muchas dudas.
Ese curso, Sabadell fue sede de uno de los tres días más importantes de la historia de Osasuna. Un gol de Javier Flaño en el minuto 92 en la Nova Creu Alta dio la permanencia en la división de plata, en un día histórico en el que 7.000 aficionados acompañaron al equipo en el momento más delicado.
Fue un punto de inflexión que ha quedado en la memoria de todos los osasunistas hasta el día de hoy. Tres temporadas más tarde, y tras un efímero paso por Primera para olvidar, una de las piezas claves para entender al actual Osasuna aterrizó en Pamplona. Se trata de Braulio Vázquez. El director deportivo se puso manos a la obra para convertirse en uno de los artífices del gran momento que vive su equipo.
En el verano de 2018, el gallego tomó la decisión de fichar a Jagoba Arrasate como entrenador con la esperanza de reflotar la situación con un técnico salido de la Real Sociedad que se asentó en Soria con el Numancia. Llegar y besar el santo.
El técnico de Berriatua ascendió en su primera campaña, logrando el campeonato de Segunda División con 87 puntos. Ese año dejó patente su preferencia por el juego vertical, agresivo y la presión tras pérdida, señas de identidad de su barco.
Tras una holgada permanencia en la 19/20 con un Chimy Ávila en estado de gracias hasta su lesión y que a punto estuvo de marchar a Barcelona, en enero de 2021 tuvo lugar un momento pocas veces visto en el mundo de este deporte. Braulio respaldó públicamente a Arrasate en una rueda de prensa cuando la racha de doce partidos sin conocer la victoria pudo llevar a tomar decisiones erróneas desde la dirección.
“El barco lo pilota el capitán que es Jagoba, el teniente es Bittor y la tripulación somos el resto. Y el barco llegará a puerto o no, pero con el mismo capitán. Si nos hundimos, nos hundimos todos. Y si no, llegaremos todos a puerto. Confiamos en ellos a muerte. Vamos todos juntos”, señaló Vázquez.
Fue el impulso necesario para acabar sin apuros la temporada del centenario undécimo con 44 unidades. Los Budimir, Torres, David García o Rubén García respondieron a las expectativas.
Mejor todavía fue la campaña pasada en la que Osasuna terminó décimo con 47 puntos. La hinchada navarra, viendo la facilidad con la que alcanzaban la permanencia, pidió a su equipo dar un paso más, bien en forma de clasificación europea o bien dando de qué hablar en la Copa del Rey.
Con la marcha del capitán Oier Sanjurjo al final del curso pasado, la plaza la ocupó un Roberto Torres falto de protagonismo que puso rumbo a Irán este enero en busca de nuevas experiencias tras más de 350 partidos en el club de su vida.
En ese momento emergió la figura de David García. Tras varios años de asentada progresión, el central de Ibero es el actual líder de Osasuna. Su carisma, jerarquía y sus capacidades futbolísticas, hacen que sea la referencia sobre el césped. Su convocatoria con la selección le pone en el escaparate mundial.
Dicho esto, la fortaleza de Osasuna reside en la unión, como en tantos equipos ganadores. No cuenta con la experiencia del Real Madrid en este tipo de partidos, pero sí con el refuerzo que supone haber llegado a esta cita tras cuatro prórrogas consecutivas (Nastic, Betis, Sevilla y Athletic).
Esto, más el buen ambiente que se respira en Pamplona, más la cómoda posición en liga, más las buenas sensaciones defensivas en la derrota ante el Barcelona hace tan solo dos días, hace que muchos rojillos comiencen a convertir esa ilusión en más que remotas posibilidades.
Mucha gente no podrá repetir, otros puede que vean por última vez a su equipo en una gran cita, y otros afortunados verán por primera vez a Osasuna en una final.
Los más de 20.000 rojillos con localidad en La Cartuja jugarán un papel fundamental para intentar golear desde el inicio a la afición rival, tan acostumbrada a ver a sus capitanes levantar títulos.
Como dijo el presidente de Osasuna, Luis Sabalza, hace unos días, la consecución del campeonato no debería ser la “culminación” de un proyecto diseñado con osasunismo y cabeza, sino la “continuación” del mismo.