La temporada 2024-25 dejó al Deportivo en tierra de nadie antes de tiempo y esa sensación se trasladó de forma nítida a las gradas de Riazor. La asistencia media en casa fue de 21.678 espectadores, un dato inferior al de la campaña anterior, donde la afición del Dépor, en Primera Federación, firmó una cifra insólita para la categoría: 23.020 espectadores por encuentro. Pero más allá de una lectura simplista que hable de pérdida de tirón social o desafección, los datos invitan a otra reflexión: la diferencia de objetivos en los finales de liga marca, de forma decisiva, el promedio final. Porque cuando el Dépor se juega algo, Riazor responde con fuerza.
Basta con observar el tramo decisivo de las dos últimas campañas. En la 2023-24, el Dépor tuvo que luchar por el ascenso hasta el penúltimo encuentro como local. Los cinco últimos partidos de liga regular fueron una demostración de fidelidad masiva: Unionistas de Salamanca (26.566), Cultural Leonesa (29.079), Arenteiro (28.293), Barça Atlètic (31.833) e incluso Real Unión de Irún (27.041), con fiesta programada debido al ascenso conseguido ante el filial azulgrana. Una secuencia que arroja una media de 28.562 espectadores. Si se añade el derbi ante el Lugo (28.112), las seis mejores entradas del curso pasado superan incluso, de forma individual, a la mejor de este año: 26.455 ante el Racing de Ferrol. Es decir, cuando hay algo en juego, Riazor no falla.
La comparación con los tres últimos encuentros de la actual campaña es aún más elocuente. Una vez alcanzados los 50 puntos, ante el Tenerife (21.093), que otorgan generalmente la permanencia de forma virtual, el Dépor ya no tuvo nada en juego. Los partidos ante Albacete (15.459), donde selló la salvación matemática, Granada (19.688) y Elche (19.428) promediaron 18.168 espectadores. Aproximadamente 10.000 menos que los cinco últimos del curso anterior. Esa es la brecha que explica, más que ninguna otra variable, la diferencia de casi 1.400 personas entre ambas temporadas. No es una caída sostenida, sino una diferencia coyuntural marcada por la tensión competitiva. Cuando hay objetivos, Riazor se llena. Cuando no los hay, el estadio refleja la falta de alicientes.
El contraste no se limita únicamente a las cifras, sino también al ambiente. En la 2023-24, los últimos encuentros fueron auténticos acontecimientos sociales, con recibimientos multitudinarios y una atmósfera de partido grande. El posible ascenso y la sensación de estar cerca del objetivo impulsaron al deportivismo. En cambio, este año, con todo decidido a falta de varias jornadas, el escenario cambió por completo. El bajón de afluencia en los tres últimos encuentros fue una respuesta lógica a la falta de competitividad y a la certeza de que el playoff de ascenso ya no estaba al alcance.
El análisis de la 2024-25 confirma esta idea. El Deportivo arrancó el curso en Segunda con un número récord de socios con asiento (27.549) y una lista de espera que obligó al club a cerrar las inscripciones en verano. La ilusión por volver al fútbol profesional empujó una ola de entusiasmo que se mantuvo durante buena parte de la temporada. Las mejores entradas se dieron en los primeros encuentros de la competición, en partidos de alta carga emocional o en duelos con rivales de peso y cercanos geográficamente: Oviedo (25.824), Racing de Ferrol (26.455), Sporting (25.713) o Zaragoza (24.370). Incluso el duelo ante el Mirandés, justo antes del cambio de año, dejó una excelente cifra: 23.946. Esos compromisos forman el top 5 de mejores entradas de la 2024-25.
La afición respondió también en partidos en los que el rival tenía un tirón importante, como Levante (22.397), Almería (22.323) o Racing de Santander (23.011). La media se sostuvo por encima de los 22.000 espectadores hasta el encuentro ante el Tenerife, que marcó el final de la lucha por la salvación. Desde entonces, con el equipo ya sin objetivos, la asistencia cayó de forma considerable. Entre los tres últimos partidos la media fue de solo 18.168. Un contraste evidente que retrata el vínculo emocional y competitivo entre equipo y afición. La fidelidad no desaparece, pero sí fluctúa en función del estímulo.
Otros factores, como los horarios (hasta tres domingos seguidos a las 21.00 horas) o las jornadas intersemanales, también influyeron en esta caída relativa. La entrada más baja del año, los 15.459 espectadores contra el Albacete, se dio en un contexto sin alicientes deportivos, con cansancio acumulado en la afición y escasa presencia visitante. Mientras que la segunda asistencia más baja, contra el Castellón (17.000), se produjo entre semana.
Más allá de las comparaciones con la campaña anterior, el dato de 21.678 espectadores de media en Segunda División sigue siendo una marca notable. Solo en cuatro temporadas de las últimas dos décadas el Dépor superó esa cifra: 2012-13 (23.864), 2015-16 (23.797), 2023-24 (23.020) y 2016-17 (22.651), todas ellas en Primera División salvo la 2023-24, en Primera Federación. En otras campañas en la élite, la asistencia fue significativamente menor: 2006-07 (15.944), 2007-08 (15.777) o 2009-10 (15.470). Incluso en la temporada 2017-18, último año del Deportivo en la máxima categoría, el dato fue de 20.647, por debajo del actual.
También hay que matizar ciertos datos históricos: la 2011-12, en Segunda División, no cuenta con registros fiables; la 2020-21 fue a puerta cerrada o con aforos limitados por la pandemia de covid; la 2018-19 estuvo marcada por las obras en la cubierta del estadio durante varios meses, y la 2019-20 y la 2021-22 tuvieron restricciones de aforo durante buena parte del campeonato. Todas estas temporadas cuentan con asterisco y son difíciles de comparar con el resto.
Además, conviene poner en valor que el Deportivo, incluso sin luchar por metas deportivas en las últimas jornadas, logró datos de asistencia por encima de la mayoría de equipos de Segunda División y de varios de Primera. La media de Riazor se sitúa entre las más altas del fútbol español fuera de los grandes clubes. Incluso en una temporada sin emociones fuertes, el respaldo social sigue siendo imponente y no se erosiona fácilmente.
Por tanto, y con todos los matices sobre la mesa, la conclusión es clara: el Deportivo no ha perdido músculo social. La caída de asistencia respecto a la temporada pasada responde, sobre todo, a un final de campaña sin tensión ni metas. La historia reciente demuestra que cuando el Deportivo se juega algo, Riazor se convierte en un fortín.