Petxa tapa la herida
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Petxa tapa la herida

Petxa tapa la herida
Petxarroman, con el balón en el Mirandés-Deportivo | FERNANDO FERNÁNDEZ

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El tópico que establecía la posición de lateral como la más simple en el mundo del fútbol ha pasado a mejor vida. En un balompié cada vez más cincelado por la táctica y en el que a los delanteros se les exige tanto saber definir ante el meta como entender cómo realizar una trayectoria de carrera para optimizar la presión, el lateral ha dejado de ser el rincón en el que exiliar al ‘malo’ de la clase. 

 

Así sucede en el fútbol más amateur y, por supuesto, en la élite. Y a esta tendencia no se escapa un Deportivo de La Coruña para el que, por el perfil de sus extremos, los laterales adquieren un peso fundamental en el juego ofensivo.

 

Ximo Navarro y su rendimiento han acentuado todavía más esa trascendencia del defensor de banda en el ecosistema deportivista. El andaluz no es solo uno de los zagueros más temidos por los extremos en una categoría con referencias en el puesto tan potentes como las de Marc Pubill (Almería), Rubén Sánchez (Granada) o Hugo Rincón (Mirandés), sino que su ascendencia va más allá de la faceta sin balón. 

 

Porque el ex de Alavés o Mallorca ofrece soluciones en el inicio de juego desde su interpretación de los espacios, su conducción y su más que óptimo pie, ejerce de impulsor al juego profundo complementándose en el carril con Mella y, además, es el cuarto máximo goleador del equipo con 4 dianas que han significado, en su mayoría, puntos trascendentes. 

 

La sombra de Ximo Navarro es alargada y eso lo ha pagado durante todo el curso hasta la fecha un Álex Petxarroman que ha estado lejos de poder taparla cuando se le ha requerido. No solo por nivel, sino también por fenotipo de futbolista. Mucho más liviano en los duelos defensivos, mucho menos físico para medirse en velocidad a su par con el balón en los pies. Petxa es un lateral con alma de centrocampista al que no se le puede exigir que ocupe el surco cavado por Ximo, pero sí otras cosas que ante el Cádiz en Riazor empezó a insinuar y que contra el Mirandés, en el complejo duelo de Anduva, comenzó a confirmar.

 

Tres partidos después de saber que se quedaría sin competencia probablemente durante lo que resta de temporada por la lesión lumbar de Navarro, el lateral vasco empezó a enseñar las credenciales que le llevaron a convencer al Dépor para apostar por sacarlo del Andorra el pasado verano. Una muestra más de esa confianza fue el pago de un testimonial traspaso para romper el contrato que todavía unía al futbolista y al club recién descendido a Primera Federación.

 

Con la incorporación del futbolista criado en Zubieta y que alcanzó la élite en el Athletic Club, el club herculino incorporaba a un defensa cercano al sobresaliente en la construcción de juego. Pero siempre desde unas condiciones muy particulares a las que Gilsanz y la casi obligada continuidad de Petxa en el once están empezando a encontrar cabida.

 

Así, contra el Cádiz, en su segundo encuentro consecutivo como titular, Petxa ya fue importante en la segunda parte. Más por su interpretación del juego que por sus acciones con pelota. Desde una posición más centrada, a espaldas del extremo rival, Petxarroman fue el cebo que ayudó a que el Deportivo encontrase a Mella muy liberado por fuera. Y además, le otorgó una solución en profundidad rompiendo con carreras verticales por el carril intermedio como si de un interior derecho se tratara. 

 

Anduva, ¿la confirmación?

De hecho, fue precisamente un centro suyo el que acabó en el decisivo gol de Mario Soriano contra el Cádiz. No sumó frente al submarino amarillo su primera asistencia, pues su envío solo acabó en gol tras una enrevesada jugada y varios rechaces. Sí lo hizo el envío a Villares para el 0-1 en Anduva una semana después, en el que fue no solo su estreno como asistente en el Deportivo, sino su segundo pase clave (envío que acaba en remate de un compañero) en todo lo que va de temporada. Un dato que ilustra su escasa productividad a lo largo de la temporada. En el minuto 3, se reconoció como solución para descongestionar el juego, atrajo a Benito con una conducción hacia dentro y detectó el movimiento de Villares para meter el dedo en la llaga.

 

De este modo, frente al Mirandés, Petxa confirmó esa tendencia al alza con pelota que venía insinuando tímidamente y que él mismo se encargó de verbalizar en rueda de prensa hace menos de un mes: “Lo que quiero es ayudar al equipo. Seguir mejorando, que creo que lo he hecho. Mi nivel en los entrenamientos ha ido de menos a más”. 

 

En un duelo de escasa pausa y en el que el gol inicial propició que el Deportivo no buscase demasiado jugar en corto desde atrás, las salpicadas aportaciones de Petxa con balón supusieron luz. El lateral no solo cerró el choque con un 80% de acierto en sus 15 pases ejecutados (según Wyscout), sino que también acertó en sus dos regates intentados. Uno de ellos, con túnel incluido a Iker Benito para aclarar la salida al Dépor ante la presión rival, en una acción con tanto nivel de riesgo en la toma de decisión como confianza emanada por Petxa a la hora de atreverse.

 

Precisamente esa confianza se contagió también a la faceta defensiva, el gran lunar del lateral no solo en el Dépor, sino a lo largo de su carrera. Después de demostrar dificultades todo todo el curso y de sufrir tanto frente al Racing de Ferrol como contra el Cádiz, Petxarroman completó su primer encuentro notable también a la hora de proteger su banda. Y es que más allá de algún centro sin peligro y no mal concedido, un extremo llegado de Osasuna como Iker Benito no fue capaz de desbordar a un Petxa que, hasta el duelo de Miranda, promediaba una tarjeta amarilla cada tres partidos, y había dejado grotescos errores como el penalti en Huesca, el error en el pase ante el Burgos que costó el 0-1 y algún tétrico partido como en Tenerife.

 

Ahora, su necesaria prolongación en el once parece haberle otorgado la confianza imprescindible para, por el momento, cerrar la herida abierta en el lateral derecho. Tiempo tendrá de aquí a final de temporada para seguir afianzando esas sensaciones y ganarse una continuidad que en el papel debería extenderse hasta 2028 y sobre la que él mismo no oculta su deseo: “Lo único que quiero es estar aquí todos los años que pueda porque estoy muy a gusto en el club y en la ciudad. A partir de ahí, veremos lo que pasa”. 

Petxa tapa la herida

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