Hasta ahora sabíamos lo que significaba el fichaje de Luismi Cruz desde el punto de vista del Deportivo. Todo lo que rodea a la operación grita a los cuatro vientos ambición y da la sensación de que en el club coruñés tienen decidido apostar para que este sea El Año. No hubo ningún tipo de reparo a la hora de incorporar a uno de los futbolistas más desequilibrantes de la categoría. Aunque hubiera que pagar por él adelantándose a otros equipos. Aunque esa posición estuviera bien cubierta con jugadores jóvenes de la casa, lo que ponía sobre la mesa la posibilidad de centrar los esfuerzos en otras zonas del campo a todas luces más necesitadas. La intención era subir el nivel para aspirar a todo. Sin condiciones.
Desde ayer sabemos, además, que se trata de una carretera de doble sentido. Que el propio Luismi se ha subido al barco comprando todo lo que se le ha vendido desde A Coruña. Quizá nunca sepamos si el extremo habría podido ganar más dinero en los otros equipos de Segunda que querían hacerse con sus servicios. Pero lo que sí está claro es que, en caso de haberlo querido, habría podido estar ahora mismo en una plaza en la que, primero, no fueran a exigirle tanto ni tener una lupa tan grande sobre sus hombros, y, segundo, la competencia no fuera tan voraz. Nunca es fácil para un foráneo tener que competir por el puesto con un futbolista de la casa. Menos aún con dos como es el caso de batirse el cobre con Yeremay y Mella.
No ha supuesto eso ningún impedimento para el extremo gaditano, que acepta el reto de buen grado acogiéndose a la máxima que reza que cuantos más mejor… al menos, en este caso, mejor para el Deportivo. Y es que a pesar del estatus con el que llega y de acumular prácticamente los mismos encuentros en plata que los dos canteranos juntos, Luismi no deja de ser un chico de 24 años, solo uno menos de los que tendrán Yeremay y Mario Soriano cuando termine 2025, que busca elevar su nivel lo máximo posible. Y sabe perfectamente que eso solo lo conseguirá compitiendo con los mejores.
De esta forma, y con todos los diamantes de la plantilla dispuestos a remar en la misma dirección, la papeleta le toca solventarla al patrón, que debe dirigir la nave a buen puerto. Antonio Hidalgo ha demostrado también ser otro de esos inconformistas en busca de un nuevo reto. Como entrenador seguro que sabía que uno no aspira al ascenso sin tener que tomar decisiones difíciles en el banquillo, entre ellas las de tener que reducir los minutos de futbolistas que probablemente fueran titulares en buena parte del resto de rivales a los que tendrá que enfrentarse.
En la lista de tareas del catalán estará sacar el máximo rendimiento a todas las piezas que tiene en tres cuartos. Bien sea combinándolas todas al mismo tiempo o, sobre todo, lo que necesitará más mano izquierda, convenciéndolas de que hay espacio para todas y que la suma debe ponerse al servicio del colectivo.