Capaz de reaccionar, pero incapaz de golpear. El Deportivo firmó, en su visita a un candidato al ascenso a Primera División, un partido lleno de buenas intenciones y que, a la vez, dejó a la vista sus carencias. Porque tras un pobre inicio de encuentro en el que el Racing de Santander encontró un polémico gol a balón parado pero consecuencia de su dominio en todas las facetas, el equipo de Gilsanz respondió.
Lo hizo con ideas para progresar ante un conjunto santanderino que empezó a apagar su fogosa llama tras el 1-0. Su intención fue guardar más la ropa, pero con esa tendencia a ir hacia arriba siguió ofreciendo espacios tanto a espaldas de su adelantado bloque como por fuera.
No encontró el acierto el Dépor en una primera mitad en la que fue a más, pero careció de paciencia y precisión para concretar sus ataques. Precisamente esa ausencia de calma que le condenó a encajar el segundo justo antes del descanso, en un balón recuperado e inmediatamente perdido para regalar una transición letal al Racing y concederle el pasillo de gol a Vencedor y Karrikaburu.
Había mucho que nadar en el segundo tiempo y no se arrugó ante semejante reto el Deportivo. Pero ni antes de los cambios ni tras unas sustituciones que dotaron de más riqueza el juego el equipo encontró a tiempo el gol. El acierto de Genreau llegó demasiado tarde no solo atendiendo a los méritos de uno y otro, sino también para poder culminar de manera completa la reacción.
Así, en El Sardinero, el Dépor encontró la profundidad como solución para competir. Pero aunque alcanzar este concepto es algo que todos buscan y que suele ser buena señal, no equivale a golpear. El cuadro herculino tuvo escasa amenaza. Pegada nula. Y así, perdió la oportunidad de seguir encadenando partidos sin perder y poner una pica más en otro de los campos de un aspirante a Primera el próximo curso.
Sabía el Dépor que en El Sardinero iba a tener enfrente a un rival que le fuese a buscar arriba, muy arriba. El Racing es un equipo reactivo, muy agresivo sin balón en todas las zonas para recuperar y poder correr. Para ser vertical. Y lo cierto es que lo logró en un primer cuarto de hora en el que desarboló de todas las formas posibles al Deportivo.
Todo se basó en la incapacidad del cuadro de Óscar Gilsanz para salir. Para estirarse. José Alberto López exigió a su bloque situarse muy arriba ante el inicio de juego deportivista. El preparador asturiano estructuró a su equipo en un 4-1-3-2 que le permitió ajustar las marcas de José Ángel, Villares y Soriano. Los dos pivotes del Dépor estaban marcados por Maguette y por el segundo punta Pablo Rodríguez, que retrocedió para jugar como interior. Mientras, Mario era vigilado por su excompañero Vencedor, pivote más posicional.
De este modo, con Iñigo Vicente pasando a la doble punta junto a Karrikauburu para encargarse de los dos centrales, el Deportivo tenía dos soluciones: jugar sobre Petxa, el futbolista más libre, o buscar el balón directo hacia los atacantes. Ambas decisiones tenían sentido, pues el lateral izquierdo Mario García tenía un 'salto' muy largo para acosar a Petxa y, a la vez, ofrecía la posibilidad de un tres para tres entre los defensores racinguistas y los atacantes deportivistas.
Sin embargo, el equipo coruñés no lograba progresar a partir de ninguna de las dos vías. No se atrevía a conectar con su lateral derecho, que partía hundido y liberado, por temor a quedarse sin salida. Y buscaba constantemente envíos directos sobre Barbero para aprovechar el tres contra tres que el Racing le concedía. Pero no ganaba duelo alguno.
Así, el Dépor era un constante ‘quiero y no puedo’. Se estiraba a través de balones largos pero acababa haciéndose larguísimo, ya que no se quedaba esos esféricos e intentaba ir a presionar tras pérdida. Peor todavía, porque las distancias eran tan grandes que los futbolistas no llegaban a incomodar y permitían al Racing ir al ataque con espacios. Apoyos y rupturas complementarias volvían loco a un conjunto deportivista que no lograba contener el arreón inicial del rival.
El Dépor debía reponerse del mazazo. Y lo hizo a partir de encontrar la pausa. De acumular algún pase más para juntar al rival y encontrar el lado opuesto vacío. En el giro de juego estaba la solución.
Poco a poco, con José Ángel como director inicial y Mario de siguiente enlace, el cuadro coruñés fue ganando terreno. El andaluz apareció entre centrales y se dedicó a jugar dentro para, finalmente, encontrar el carril contrario libre, con cambios de orientación que aprovechaban la tendencia del Racing de Santander a cerrarse.
En el carril izquierdo, Pablo Martínez atraía al extremo Andrés Martín, que no perseguía a Obrador. Así, se generaba una constante superioridad a través del posicionamiento del lateral y de Yeremay, que se repartían no solo alturas, sino también carriles.
Así, sin ese habitual juego más interior pero con capacidad para progresar por fuera, el Deportivo fue acercándose por la izquierda y también por la derecha, donde Villares complementaba con movimientos verticales el binomio formado por Petxa y Diego Gómez.
El conjunto de Gilsanz se estiraba, pero carecía de veneno una vez se aproximaba a las inmediaciones de Ezkieta. Sin embargo, ese escenario de partido le permitía tener la sensación de sentir más cerca el 1-1 que el 2-0.
No fue así porque en una recuperación en la que se debía haber tenido calma, Pablo Vázquez perdió el esférico inmediatamente y Unai Vencedor aprovechó la desatención de Obrador y, sobre todo, de Pablo Martínez para poner a Karrika mano a mano con Helton.
El 2-0 era un golpe durísimo. Pero el Deportivo se repuso en el intermedio. Siguió en pie y amenazó una y otra vez con recortar distancias. Lo hizo, por desgracia, con balas de fogueo. Gilsanz ajustó la presión arriba y pasó a emparejar en cada reinicio del Racing, con Petxa incluso persiguiendo a Iñigo Vicente a esas posiciones interiores que suele ocupar.
Ese movimiento, unido a la creciente mejoría del equipo con balón, terminó por voltear el guion casi de manera exclusiva hacia la portería de Ezkieta.
El equipo herculino lograba hundir al Racing a través de un juego más rico, en el que Yeremay aparecía cada vez más con asiduidad. Ya no solo por fuera, sino también en situaciones más interiores. De hecho, el posicionamiento del canario fue decisivo a la hora de permitir al Dépor progresar tras muchas recuperaciones. Un deportivista volvía a disponer del balón y miraba hacia delante, donde el ‘10’ aparecía como una solución de continuidad que se ensalzaba gracias a sus controles orientados, con los que aclaraba el panorama.
Así, el Deportivo lograba atacar casi de manera constante. Una y otra vez. Solo faltaba el veneno.
Al Dépor le faltaba algo de sal y de pimienta. Y la pizca exacta de ambos ingredientes los terminó de encontrar con los cambios. Primero, la entrada de Hugo Rama y Cristian Herrera le dotó no solo de más movilidad por delante de balón, sino de más clarividencia y precisión a la hora de construir.
El canario mejoró la aportación de Diego en el carril derecho. La solución era sencilla: el Dépor juntaba a su rival dentro para liberar al futbolista de fuera. Y una vez el balón estaba cerca de la línea de banda, uno o dos deportivistas de segunda línea amenazaban al espacio con movimientos de ruptura a través del carril intermedio.
De este modo, Herrera atacó la profundidad con sus movimientos, pero también puso a correr a otros compañeros, como en el gol de Denis Genreau, un claro ejemplo de ese mecanismo efectivo para superar la última línea del Racing. El tanto del franco-australiano fue consecuencia de su habilidad a la hora de soltarse y romper al espacio. Pero para que el Deportivo dispusiese de tantas situaciones así, fue esencial la aportación de Hugo Rama.
El futbolista de Oroso no solo permitió que Villares y Mario Soriano participasen más en la construcción desde atrás, sino que dotó de mayor dinamismo el frente ofensivo del Dépor. A pesar de que acudió en muchas ocasiones a pedir la pelota a la base -incluso cuando era mediapunta-, a partir de su calidad en el pase para jugar en largo y la ocupación de los espacios para ofrecer soluciones a los más cercanos.
Soluciones varias para acabar encontrando un premio escaso. Lógico cuando detectas la forma de ser profundo, pero ofreces demasiadas concesiones y tu amenaza se base en el colectivo, pero se cae en lo individual.