No importa que en Coruña se haya instalado una especie de microclima tropical que nada tiene que envidiar al tiempo de las Rías Baixas o que la playa de Riazor esté atestada horas antes del partido.
Cuando toca ‘misa’ en el templo no hay feligrés que se lo pierda. Bien ataviados con sus galas, muchas camisetas ya de esta temporada, que arranca la semana que viene, y otras de años pasados. No importa que quince minutos antes pareciese que el estadio iba a mostrar un aspecto desangelado, porque Riazor siempre tarda en nutrir su grada.
La hinchada se hizo la remolona en los arenales y en las terrazas pero terminó entrando en el feudo herculino. Y aunque aún se está terminando la pretemporada, el respetable ya dejó claro quiénes son sus favoritos. Ovaciones para Miguel Loureiro, Dani Barcia y Yeremay, que estaban en el once y para Mella y Patiño, que esperaban su oportunidad en el banquillo. Algún silbido para Cristian Herrera y Bouldini, aunque no mayoritarios. El aspecto bastante vacío de los primeros minutos de la contienda contrastaba con el campo al cuarto de hora del choque, mucho más poblado.
Aún así los ánimos discurrían más a trompicones, como los chispazos en el juego del equipo. Era precampaña también en la grada, que en nada tendrá las gargantas preparadas y listas para el curso.
Mientras tanto el picante lo ponía Yeremay con sus diabluras y las internadas de Luismi en el área. Poco más de una primera parte en la que Zaka se quedaba a las puertas de marcar. Como nota curiosa estaba ese homenaje que parecía hacerle Germán Parreño a su excompañero Helton, ya enrolado en las filas del Fortaleza. El portero alicantino, como había hecho el brasileño en su debut, lucía una visera al inicio del choque. No obstante, tras una mala acción, Germán se deshacía de la prenda, como si esta pudiese darle mal fario.
La segunda parte se animaba con los cambios, los goles y una hinchada que se divertía más tras una primera parte algo insulsa. Quagliata le servía medio gol a Zakaria, que se señalaba el escudo mientras se anuncian que llegarán dos delanteros. Y el balón que no desperdiciaba el neerlandés se le escapaba a Mella, que había entrado en ese segundo acto, y que fallaba un regalo que Yeremay le ponía en el área. Un lastimero “uy” cantaban los seguidores.
Unos aficionados que se levantaban con cada galopada de Yeremay, que se gustaba y hacía vibrar al público con sus múltiples trucos. Su gol, tras una gran conducción y definición perfecta ante Diaw culminaba su buena tarde. Y aunque más discreto que en otros partidos Charlie Patiño también arrancaba los aplausos de Riazor. Un estadio que celebraba la consecución de un nuevo Teresa Herrera y ávido de más fútbol.