Le llamaban Pecho de Águila porque el hombre corría de una manera muy peculiar, con el pectoral hacia fuera. Llegó a A Coruña en agosto de 1982 y su fichaje desató expectativas: venía de marcar con Honduras un gol a España que anunció que el Mundial iba a ser un camino tortuoso para el anfitrión. Varios jugadores de aquel equipo encontraron acomodo en nuestro fútbol. Costly, un gigantesco zaguero, fichó por el Málaga. El meta Arzu se fue a Santander y ‘Primitivo’ Maradiaga, al Tenerife. ‘Macho’ Figueroa, un delantero que tuvo un cierto recorrido en el Murcia, fue el que más poso dejó. Héctor Zelaya tenía ofertas de Málaga y Oviedo, pero por mediación del intermediario Fernando Torcal se vino al Deportivo.
Todo se torció bien pronto. Zelaya anunció a su llegada que, si bien en el Mundial había ejercido de llegador en la medular, su posición en el campo era la de líbero. Jugó el partido de presentación en Riazor, un amistoso contra el UNAM de México en el que se alineó la primera parte. El Dépor perdió 1-3. Poco después disputó unos minutos en el Concepción Arenal contra Racing y Compostela y se fue al dique seco. Había forzado su rodilla derecha tras una operación quirúrgica antes del Mundial y ahora tenía problemas en el menisco. En octubre pasó, de nuevo, por la mesa de operaciones en Barcelona. “Dos años antes, en un partido de clasificación para el Mundial contra El Salvador, me empezó a molestar la rodilla derecha, desde entonces jugué con dolores”, recordó tiempo después.
Los planes eran que volviese a jugar en enero, pero no se cumplieron. A finales de marzo ya trabajaba con el equipo, pero nunca se acercó al ritmo de un equipo que volaba hacia el ascenso a Primera que se esfumó en una mala tarde contra el Rayo Vallecano, un partido que marcó a varias generaciones de deportivistas. “Me queda la tristeza y el pesar de no haber colaborado con mis compañeros para conseguir el ascenso. Lo del Rayo fue lo más duro que viví en un estadio”, explicó.
Vivía en la calle Comercial, en Monte Alto, con su mujer e hija. Se fue tras menos de un año en la ciudad. Regresó a su país y tras la quinta operación de rodilla colgó las botas e invirtió en cafetales el dinero ganado en el fútbol.