“Si lo ganamos me tiro a rolos por la Cuesta de la Unión”, espetó Augusto César Lendoiro en un programa nocturno de radio. Hace 24 años el Deportivo quiso subir a la cima del Everest y ser el mejor del mundo. No era un sueño, pero la realidad lo convirtió en un imposible. El vigente campeón de Liga era uno de los doce participantes en una competición que había tenido una puesta de largo en enero del 2000 en Brasil, el Mundialito de clubes le llamaban popularmente. A los futboleros les cuesta reconocer como Mundial a algo que no sea la cita cuatrianual de selecciones, pero Lendoiro quería darle importancia al asunto. “Es el Mundial de clubes de la FIFA”, repetía. En agosto de 2000 se decidió que se iba a jugar en España y el presidente del Deportivo recabó el apoyo de Concello, Diputación y Xunta para que A Coruña fuese una de las sedes. El partido inaugural, y seis citas más, una de ellas una semifinal, se iban a disputar en Riazor. Pero la apuesta de club y ciudad fue tal que la FIFA decidió que el sorteo de la competición se realizase en A Coruña.
Así ocurrió. El 6 de marzo de 2001, justo un año antes del Centenariazo, el Palexco herculino se vistió de gala para recibir a lo mas granado del fútbol planetario. En el bombo había doce equipos. Europa, África, Asia, América del Sur y América Central y del Norte disponían de dos cupos. Oceanía de uno y a España, como país anfitrión, le dieron otro que fue a parar al entonces vigente campeón de Liga, el Deportivo. El Barcelona trató de entrar en la competición por todos los medios y se planteó una ampliación a 16 equipos, pero no hubo caso. En Palexco se dividió en tres grupos de cuatro equipos a Real Madrid, Boca Juniors y Galatasaray, que había ganado la Copa de la Uefa, eran cabezas de serie. Deportivo, Palmeiras, Al-Hilal (Arabia), Jubilo Iwata (Japón), Los Ángeles Galaxy, Wollongong Wolves (Australia), Zamalek (Egipto), Hearts of Oak (Ghana) y Olimpia (Honduras) completaban los restantes bombos. Además de Riazor se iban a jugar partidos en el Santiago Bernabéu y en el desaparecido Vicente Calderón. Y a última hora se decidió que el compostelano campo de San Lázaro fuese escenario de uno de los cruces del grupo que se iba a jugar en A Coruña.
El sorteo, presentado por el televisivo Pepe Navarro, deparó un duelo inaugural de campanillas. José Antonio Camacho, entonces seleccionador nacional, fue la mano inocente. Se enfrentarían en Riazor el campeón de Liga, Deportivo, contra el de la Copa Intercontinental y la Libertadores, el Boca Juniors dirigido en la cancha por Juan Román Riquelme y en el banquillo por Carlos Bianchi, el técnico milagro del que en Argentina decían que tenía “el celular de Dios”. El partido quedó agendado para el 28 de julio. Los otros dos rivales del grupo eran el Wollongong, que tenía cita contra el Dépor el 1 de agosto y el Zamalek, al que se aguardaba el día 4. El campeón de cada grupo accedía a las semifinales, donde también tenía sitio el mejor segundo de los tres grupos. “Nos ha tocado el grupo más difícil”, valoró Lendoiro. El coruñés Amancio Amaro estuvo en el sorteo como representante del Real Madrid. “Ojalá mis dos equipos jueguen la final”, concluyó. Eran jornadas frenéticas y de vino y rosas: al día siguiente el Deportivo recibió al PSG en Riazor en un partido memorable en el que ganó tras remontar un 0-3.
Todo quedó fijado y programado en aquella ilusión mundialista. Comenzaron unas obras express en Riazor para las que se disponía de un presupuesto de 450 millones de pesetas (cerca de tres millones de euros). Los palcos VIP en Preferencia Inferior son hijos de aquel tiempo. El Deportivo iba a recibir por participar un fijo de 2,7 millones de dólares, equiparable entonces al euro que aún iba a entrar en vigor en enero de 2002. Si ganaba el torneo triplicaría ese ingreso. Javier Irureta alertó de que la concentración de inicio de temporada, y los refuerzos, deberían adelantarse para llegar en la mejor condición al torneo. Las voces que alertaron sobre lo comprimido del calendario, sobre todo si había que jugar eliminatoria previa para entrar en la Champions, se diluyeron.
Pero todo se torció a mediados de mayo, a tres meses del inicio de la competición. La alerta llegó desde Argentina y se confirmó en unas pocas horas. La quiebra de International Sport and Leisure (ISL), que era el socio comercial de la FIFA en materia de márketing y derechos televisivos, se llevó por delante el Mundial de clubes. No había ni un patrocinador ni tampoco contrato televisivo firmado y se anunció que el torneo se aplazaba hasta 2003 porque la principal urgencia para el organismo futbolístico era salvar los Mundiales de selecciones de 2002 y 2006. Pasó el día y pasó la romería. En 2003 no se jugó y lo que se montó fue una nueva Copa Mundial de Clubes que fue la que se disputó desde 2005 con un formato menos ambicioso. Hasta este año.
La FIFA reconoció en 2012 que varios de sus dirigentes habían recibido sobornos millonarios procedentes de ISL a cambio de la adjudicación de derechos, indemnizó -“timidamente”, según Lendoiro- a cada uno de los clubes que iban a participar en la competición y admitió, por boca de su presidente Joseph Blatter, que las fechas del torneo no eran las adecuadas. En A Coruña se recibió todo el sainete con un cierto estupor. Se trataba de un Mundial sin equipos ingleses, italianos o alemanes, con una reducida nómina de aspirantes al título. Lendoiro, sin embargo, lo tenía claro y así lo explicó en una reflexión que hizo en un artículo enviado a varios medios de comunicación hace cuatro años. “Esta posibilidad de haber sido Campeones del Mundo, porque suele ser el eterno olvidado de los grandes hitos del Deportivo, que pudieron ser y no fueron. Todos recordamos lo cerca que estuvimos del título de Champions; somos menos los que no olvidamos que pudimos alcanzar la Recopa de Europa... pero casi nadie suele hablar de lo cerca que estuvimos de ser campeones del mundo”.