La temporada 2024-25 de Segunda División dejó al Deportivo en una posición deportiva discreta y, paralelamente, firmó también una ocupación media de su estadio por debajo de la media de la categoría. El dato concreto es del 66,6%, ligeramente inferior al promedio global (68,4%), en un ranking en el que otros estadios de gran capacidad, como El Molinón o La Rosaleda, sí alcanzaron cifras sensiblemente mayores.
Este registro llama la atención no tanto por lo que representa a nivel clasificatorio, sino por lo que sugiere en relación con la masa social del Deportivo. El verano pasado, el club blanquiazul cerró la campaña de abonos con una cifra récord: 27.549 socios con asiento asignado. Se agotó la disponibilidad de nuevos carnés con localidad y se habilitó una lista de espera. En paralelo, Riazor mantuvo su condición de uno de los estadios más grandes de la categoría, con más de 30.000 plazas habilitadas por jornada. Sin embargo, la media de asistencia final fue de 21.678 espectadores por partido. La diferencia entre ambas cifras pone sobre la mesa una paradoja: una afición masiva y comprometida, pero con miles de asientos sin ocupar cada fin de semana.
La explicación es múltiple. Por un lado, los socios tienen la plena libertad de asistir o no a cada encuentro, según sus circunstancias. Algunos no pueden acudir por horarios, otros viajan desde fuera y priorizan partidos concretos, y también existen abonados que adquieren su carné por compromiso, sin intención de acudir de forma regular. Esta realidad no es exclusiva del Deportivo, pero se hace más visible en un club con tantos abonados y un estadio tan grande. Riazor es, de hecho, uno de los campos con mayor capacidad de toda la categoría: 32.490 localidades habilitadas por partido. Solo La Romareda, con 33.068 asientos, le supera.
Junto al estadio del Dépor, hubo el curso pasado en Segunda otros cuatro campos que rondaron o superaron los 30.000 asientos: el Martínez Valero (31.388), el Carlos Tartiere (30.500), La Rosaleda (30.044) y El Molinón (29.029). Todos ellos presentan un gran aforo, pero no todos lograron una ocupación media tan alta como otros recintos más pequeños. En este grupo, destaca que Málaga, Sporting y Oviedo, a pesar de contar con estadios comparables al de Riazor en términos de tamaño, firmaron una ocupación media sensiblemente mayor que el Dépor a lo largo de la temporada. La Rosaleda, por ejemplo, rozó el lleno jornada tras jornada con una media del 93,4%, mientras El Molinón alcanzó un 73,2% y el Tartiere, un 71,7%. Son cifras superiores al 66,6% del estadio coruñés, a pesar de tener aforos similares.
Cabe señalar, además, que La Romareda dejará de estar disponible a partir de este verano debido a las obras de remodelación proyectadas para acoger el Mundial 2030. Su uso quedará suspendido y el Zaragoza se verá obligado a trasladar sus partidos a un recinto modular.
Además del tamaño de Riazor, hay otro matiz que ayuda a contextualizar estos datos: la curva emocional de cada temporada. El ejemplo más reciente es el contraste con la 2023-24, cuando el equipo jugó en Primera Federación. Aquella campaña, pese a competir en una categoría inferior, se cerró con una media superior de asistencia (23.020 espectadores) gracias a un tramo final de gran intensidad, con el ascenso en juego hasta casi la última jornada.
Ese elemento competitivo fue clave para movilizar a la masa social. En los seis últimos partidos como local de aquel curso, Riazor firmó sus mejores registros: 28.562 de media, con picos por encima de los 30.000 espectadores. En cambio, en esta temporada 2024-25, la permanencia se selló de forma anticipada y la grada se resintió. Los tres últimos encuentros en casa (Albacete, Granada y Elche) promediaron solo 18.168 personas. Una diferencia de más de 10.000 espectadores en relación a los partidos decisivos de la campaña anterior.
El análisis por partidos confirma esta tendencia. Las mejores entradas del curso 2024-25 se concentraron en los primeros meses y en los duelos de mayor carga simbólica o rivalidad: Racing de Ferrol (26.455), Oviedo (25.824), Sporting (25.713), Zaragoza (24.370) o Mirandés (23.946) figuran en el top de asistencia. También los partidos ante rivales de peso, como Racing de Santander (23.011), Levante (22.397) o Almería (22.323), contaron con un respaldo notable. Hasta el encuentro ante el Tenerife, que supuso el cierre virtual de la lucha por la salvación, la media se mantenía por encima de los 22.000 espectadores.
A partir de ese momento, sin objetivos deportivos claros, el ambiente se desinfló. Contra el Albacete se registró la entrada más baja del año (15.459), seguida de cerca por los partidos frente a Granada (19.688) y Elche (19.428). El dato más bajo, en un duelo entre semana, fue ante el Castellón (17.000). Esta evolución no refleja una desafección sostenida, sino una respuesta a la dinámica de la Liga. Cuando hay alicientes, Riazor responde. Y cuando el equipo se queda sin objetivos, el estadio también lo acusa.
Ahora, con la campaña de abonados 2025-26 en el foco de atención, este contraste vuelve a primer plano. Todo indica que la renovación de carnés será masiva y que, salvo sorpresas, no habrá apenas margen para nuevas altas con asiento. Los aficionados tienen ganas de esa segunda temporada seguida del equipo en Segunda y cerca de 4.000 socios renovaron su carné en las primeras 24 horas de la campaña, según informó el Deportivo.
El club mantiene una lista de espera y, una vez finalizado el plazo de renovación de abonos, a partir del 18 de agosto, notificará a los interesados la posibilidad de realizar el alta. Pero, en la práctica, solo podrán hacerlo unos pocos. Y al mismo tiempo, habrá jornadas en las que, por múltiples razones, varios miles de asientos queden vacíos. No se trata de un problema estructural, ni de una pérdida de masa social. Es un equilibrio complejo entre el tamaño de Riazor, el número de abonados, el ritmo competitivo del equipo y la dinámica emocional que acompaña a cada tramo de curso.
La capacidad está ahí. La afición, también. El reto ahora es encontrar la fórmula para volver a conectar ambos elementos de forma sostenida.