El deporte siempre aparece cuando es necesario y los vínculos no hacen sino dar más fuerza a los proyectos. Sofía Vázquez es la hija del mítico masajista y recuperador del Depor Antonio Vázquez, el Gitano. De él aprendió mucho, pero sobre todo a ofrecer y a ayudar a los demás. Siempre decía el añorado Antonio “manos que no dais, qué esperáis”, y en este caso su hija lleva el refrán al pie de la letra.
Trabaja desde hace tiempo en Mulleres Colleiteiras. Una entidad que está creciendo gracias al apoyo de Arquitectos sin Fronteras, su impulsor, y al esfuerzo de casi una docena de trabajadoras que están consiguiendo rentabilizar un proyecto de biodiesel (ahí es nada) reciclando todo el aceite posible en A Coruña y su área de influencia. Pueden ver sus contenedores en todos los barrios y dejar en ellos ese aceite que será reciclado para convertirse en combustible.
Este proyecto tiene a trabajadoras que, hasta llegar a Mulleres Colleiteiras, estaban en claro riesgo de exclusión social. Jóvenes de apenas 20 años que carecen de formación y experiencia. “No sabían hacer un currículum, lo básico, pero son unas currantas tremendas, aprenden muy rápido, y la evidencia está en el equipo que formamos todas en Mulleres Colleiteiras”.
Y hasta ahí, todo maravilloso. Es así de crudo, con una persona que consiga salir del poblado para tener su trabajo, su dignidad, ya se gana una batalla, pero estas Colleiteiras han ido a más. Y ahí aparece Juan Naya, preparador físico, campeón de España con el Depor Juvenil en los 90 y amigo de Sofía desde la infancia.
“Llamé a Juan porque las niñas llegaban a trabajar cansadas. Después de una jornada de varias horas es normal, pero no a las ocho y media de la mañana, cuando empieza la jornada”. Y Juan analizó el problema. “Sobrepeso, muchas de ellas con temas congénitos que no se siguen a nivel clínico y ninguna práctica habitual de deportes”. Un panorama complicado.
Pero cuan más complicación, más atracción, y los atrancos no hicieron sino conseguir más énfasis de Sofía y Juan. Así, el deporte y el seguimiento de la salud, ha pasado a formar parte del trabajo.
“Dos días a la semana, dentro de nuestro horario, tenemos nuestras sesiones de mantenimiento específico para cada una de las trabajadoras. Fíjate las ganas con las que lo hacen, una de ellas ha perdido ocho kilos en un tiempo récord. Su responsabilidad para con el trabajo es impecable, pero también en esta iniciativa”, comenta Naya.
“Para nosotras es muy importante la visibilidad de lo que estamos haciendo”, explica Sofía, “se trata de una estabilidad laboral, pero también de unos hábitos, un futuro, en definitiva. Es una lucha diaria por la inclusión social, porque todos tengan oportunidades”.
Saben bien de estas mulleres colleiteiras en los asentamientos de As Rañas o A Pasaxe. Son varias las trabajadoras que están haciendo camino en este proyecto.
Tampoco es fácil para Juan trabajar con un colectivo que tiene unas costumbres muy marcadas. No es lo mismo ser el preparador físico de una paya que de una gitana. ¿Cuál es la clave? El respeto.
“Tienes que darles información de quién eres, cómo trabajas, en definitiva ganarse su confianza. Y así lo hicimos, poco a poco. Hoy en día el trabajo es absolutamente dinámico y los resultados están a la vista”, confiesa Naya.
Una dieta equilibrada es muy importante, máxime en personas que están acostumbradas, por ejemplo, a consumir muchos productos dulces o al sedentarismo.
Sofía explica que “es otro de los objetivos, hace que conozcan lo que realmente pueden o no comer. Es un problema general en muchas zonas y la forma de ganar esta batalla es con la información y la educación de las personas”. Poco más hay que decir después de las sabias palabras de esta gitana.
Los que tuvimos la inmensa fortuna de conocer a Antonio Vázquez, disfrutar de su amistad y aprender muchas de sus costumbres vemos en los ojos de Sofía los mismos que los de su padre. Cargados de energía y de fuerza, siempre dispuestos a ayudar a los demás. ¿Cuántos que esto leerán habrán pasado por la clínica del Gitano y éste no les habrá cobrado un duro? Seguro que unos cuantos. Por eso, estas son manos que sí dan. Pueden esperar lo mejor.