La esencia del fútbol
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La esencia del fútbol


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No importa que los clubes poderosos se empeñen en querer un torneo a la carta, solo para ellos, para ganar dinero y hacer caja.


Ni que el fútbol sea ya cada vez más un negocio, donde todo se acabe basando en un ‘mercadeo’. Porque en un día como ayer, cuando el Deportivo volvió por última vez este curso a Riazor ante 5.000 espectadores, era imposible no emocionarse al volver a ver las gradas con público.


Porque es la esencia de este espectáculo y es lo que da color a un Abanca Riazor que llevaba mucho tiempo echando de menos a su hinchada.


Sigue siendo pocos, porque las restricciones sanitarias así lo exigen, pero se notaron en todo momento. En el previo, con sus aplausos a los porteros, a los jugadores en el calentamiento, cuando estos ingresaron en el verde.


Y al inicio del choque, tantas veces huérfano de ‘ruido’, más allá del pitido inicial del colegiado de la contienda. Se notaban las ganas. Desde el comienzo, esos gritos, esas arengas, los cánticos. Los aplausos en cada jugada, los ánimos cuando se fallaba, las protestas al colegiado.


Eso es el fútbol, no el silencio, la afición enlatada que tanto le gusta a Javier Tebas, aborregada, que no le moleste, que no le diga nada que le incomode o que directamente sea inexistente.


Esa afición que ruge con lo goles de su equipo, que celebra con sus jugadores, que los anima en momentos bajos, que los eleva cuando hay todo que ganar y nada que perder. Esa hinchada que echaba de menos el Depor y que extrañaba a los blanquiazules. ¡Quién sabe qué habría podido pasar esta temporada con más aficionados en las gradas!


Ellos son la energía de los jugadores y ayer en Riazor se notó ese empuje de la grada. Un partido que todo invitaba a que podía ser de todo menos calmado y que al final se decidió, sobre todo con el gol en jugadas de estrategia iniciada por Héctor.


Un tanto de Borja Granero que daba la tranquilidad en el Deportivo y que escondía en cierto modo esos fantasmas de que pudiera llegar un empate que metiese el miedo en el cuerpo a los coruñeses.


Tarde de disfrute en un estadio que cantó hasta cuatro goles, con una afición a la que se le notó que estaba deseando celebrar una victoria, en una campaña para olvidar, pero que acabará de forma tranquila para el Deportivo y su afición, que lo merecía.

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