La UEFA tiene un problema
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La UEFA tiene un problema


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Mientras en nuestra ciudad se habla del Depor, que sigue peleando, no sin angustia, por la permanencia en la Segunda B, la aristocracia del fútbol europeo –¡qué tiempos aquellos en los que el RCD formaba parte de tan selecto grupo!– está metida en broncas por la revuelta de algunos clubes que han alumbrado una nueva competición que sustituya a la Champions League.


En efecto, tres clubes españoles, tres italianos y seis ingleses, liderados por Florentino Pérez, han desafiado a UEFA y FIFA con una propuesta radical sobre la futura liga europea. Sostienen estos equipos que el formato actual de la Copa de Europa es insostenible para ellos y conduce a la ruina en pocos años.


La propuesta no deja de ser cerrada y elitista. Quince equipos inamovibles que dejarían cinco plazas para otros tantos circunstanciales aspirantes. El caso es que 48 horas después se ha desmoronado la resistencia con la ‘espantá’ de los equipos británicos. La sensación más inmediata es que este cambio de sistema no está muy bien cocinado, es impopular y se ha comunicado de manera atropellada y torpe.


No les falta razón a los rebeldes al criticar a estos organismos futbolísticos internacionales cuando afirman que las exigentes inversiones financieras de los grandes clubes (fichas altas, estadios de última generación, estructuras organizativas muy costosas, etc.) no se corresponden con los ingresos que obtienen por su participación en la Champions. La UEFA ha ido siempre un paso por detrás de los clubes y muchos de ellos han decidido actuar.


Por el momento se desconoce el alcance que tendrá la revuelta, si bien ha tenido un impacto asombroso en el mundo político –con declaraciones inmediatas del Prime Minister–, financiero –que provocó fluctuaciones en la cotización de algunos clubes– y social –con espontáneas manifestaciones en Inglaterra–. Más preocupante ha sido la incomprensible rabieta de la UEFA amenazando a los insurrectos con excluir a sus jugadores de sus respectivas selecciones nacionales si continúan con la algarada.


En el fondo de esta marejada se aprecia un enorme descontento de los clubes con la UEFA, una crítica a su escasa capacidad de innovación, a su falta de agilidad para explotar una competición que debería de reportar más beneficios a los actores principales (clubes), y, en definitiva, a la nula transparencia de un 

organismo que arrastra un hedor a corrupción desde hace décadas.


De cualquier manera, esta polémica no deja de ser una vuelta de tuerca al eterno debate sobre deporte o economía, fútbol o dinero, juego o negocio, en un cínico escenario donde las masas piden fichajes, las televisiones espectáculo, los gestores dinero y la afición resultados.

La UEFA tiene un problema

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