Maradona en el Teresa Herrera
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Maradona en el Teresa Herrera


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MMucho se escribió la semana pasada tras el fallecimiento de Maradona. Normal. Para unos era el mejor jugador de la historia, para otros era incluso un dios, otros recordaron sus episodios oscuros. Y todos coincidieron en lo mediático del personaje. Un servidor tiene –como cualquier aficionado al fútbol que vivió la era de Maradona- su opinión del astro argentino. Pero creo que a nadie le importa lo que yo pueda pensar. Prefiero contarles una historia de abuelo cebolleta que tanto me gustan.

En 1982 el FC Barcelona volvía al Teresa Herrera tras haber disputado también el del año anterior. Eran los años dorados del trofeo. Con sus jornadas finales de bocata de Munín, de empanadas, de botas de vino y de estadio abarrotado de gente. Ya en 1981 el Barça había caído en la primera semifinal frente al Dinamo de Kiev y ganado al Deportivo, recién ascendido a Segunda, en la disputa del 3er y cuarto puesto. Fue un partido que el Barça se llevó cómodamente por 5-0, pero en el que las marrullerías de un joven Schuster hicieron que el juego de los blaugranas fuera pitado constantemente. Al final de aquel partido las dos estrellas del Barcelona, Schuster y Simonsen, intercambiaron sus camisetas con jugadores del Depor y no dudaron en posar con ellas para relajar el ambiente. Pero nada, que en Coruña tiraba bastante más el madridismo en aquella época.

Pues bien, en ese 1982 el Barça volvía al trofeo junto al Internacional de Portoalegre, al Bayern de Munich y al ganador de la edición anterior, el Dinamo de Kiev. Y he aquí que ese verano había fichado a Maradona por la estratosférica cantidad de 1200 millones de pesetas (unos 7 millones largo de euros) que en su día batían todos los records de traspasos hasta la fecha. La expectación era máxima. El Teresa Herrera se disputaba en los primeros días de agosto y era muy probable que el debut de Maradona con la camiseta azulgrana fuera en Riazor. Hasta ese momento el Barça había disputado la pretemporada fuera de España, como venía siendo habitual. Y por tanto, nadie había podido ver al astro argentino. Esta vez al Barcelona lo emparejaron en semifinales con los brasileños del Internacional. Ponerles otra vez al Dinamo era jugársela mucho y emparejarles con el Bayern siempre es un riesgo extremo. Y nada, que unos días antes salta la noticia: el Barcelona acudiría a Riazor sin Maradona porque su intención era reservarle para su debut como azulgrana en el Gamper que se jugaba unos días más tarde. 

La reacción de los aficionados se la pueden ustedes imaginar. El Barça vino con sus Urruti, Alexanco, Quini, Carrasco, Marcos Alonso… pero sin Maradona. La pitada estaba asegurada. Ganaron la semifinal por 1-0 y cayeron en la final otra vez ante el Dinamo de Kiev de los Blokhin, Baltacha, Demyanenko que a los 38 minutos de partido ya les había metido cuatro goles ante el delirio del público. El entrenador del Barcelona, el argentino Menotti se quejaba al final del partido del nulo apoyo que habían tenido en las gradas. Normal. Entre el madridismo que había en la ciudad y la afrenta de no haber traido a Maradona, el rechazo al conjunto catalán estaba más que cantado.
Que yo recuerde, la única vez que Diego Armando Maradona pisó el césped de Riazor fue en la temporada 92-93 con el Sevilla. Aquel partido que precisamente el argentino le rompió fortuitamente la nariz a Albístegui y se produjo aquella famosísima escena de Bilardo gritando  a su médico aquello de “pisalo” cuando se iba a interesar por el estado del deportivista. Nunca más volvió Maradona a pisar Riazor como futbolista. Ahora que descanse en paz.

Maradona en el Teresa Herrera

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