El Paiosaco rompió el pasado domingo una barrera que suele permanecer intacta para la gran mayoría de clubes modestos de la provincia coruñesa. La entidad verdiblanca competirá la próxima temporada en Tercera División por primera vez en su historia. Un hito que no se consigue de la noche a la mañana.
John F. Kennedy dijo que “el éxito tiene muchos padres, pero el fracaso es huérfano”. La primera mitad de la cita se ajusta a lo sucedido en el Paiosaco durante las últimas temporadas. De Segunda Autonómica a Tercera División en apenas seis años. No puede ser cosa de unos pocos.
No obstante, hoy es tiempo de analizar la presente campaña, la que ha elevado al Paiosaco a la máxima categoría autonómica. Y es justo empezar por un aspecto que enlaza el presente con el pasado: la continuidad de un proyecto ambicioso. El club se planteó el reto de crecer sin prisa pero sin pausa. La directiva no se volvió loca y apostó por mantener el bloque. Esto, unido a la lealtad de una afición incondicional, creó una mezcla imparable.
A pesar de la demostración de sensatez, todos los integrantes del club no dejaron de aumentar su nivel de ambición. Jugadores, cuerpo técnico, directiva y afición querían más, pero sin marcarse objetivos obligatorios.
La continuidad y la ambición provocó que el Paiosaco comenzara la competición como un tiro. El conjunto dirigido por Juan Riveiro se situó en zona de ascenso (dos primeros puestos) desde la primera jornada y aguantó 17 partidos sin conocer la derrota. Obviamente se colocó líder destacado de la categoría. Los rivales sabían a lo que jugaba el Paiosaco pero aun así las victorias seguían llegando.
El cuadro verdiblanco hizo del bloque su gran fuerza. Quizá las rotaciones fueron esta temporada menos evidentes que en otras anteriores pero el nivel del equipo no se vio comprometido dependiendo de si jugaba uno u otro jugador.
El equipo mostró desde el principio una incuestionable solidaridad defensiva desde el delantero hasta el portero y una gran capacidad para desplegar piezas en ataque. Además, el Paiosaco contaba con una ventaja sobre el resto en el plano táctico. Cuerpo técnico y gran parte de la plantilla llevan trabajando juntos tres temporadas asimilando diferentes sistemas y planteamientos que este curso pudieron plasmar sin miedo a un bajón de rendimiento.
Todo esto provocó que el conjunto de Juan Riveiro mostrara una regularidad nada habitual en estas categorías. Los verdiblancos perdieron su condición de invicto en la jornada 18 pero nunca cayeron del segundo puesto. O primero o segundo. Durante 38 jornadas. Y nunca encadenó dos derrotas consecutivas. Los dos baches más pronunciados se produjeron en diciembre y en marzo cuando solo sumó dos puntos en tres jornadas.
No obstante, supo reponerse. Algo que nos lleva a la última clave del ascenso: la capacidad para soportar la presión. Sobre todo en la recta final del campeonato, el As Pontes se postuló como claro candidato a desbancar a Polvorín o Paiosaco de la zona de ascenso directo. Incluso se llegó a acercar a dos puntos. Pero el Paiosaco no falló y demostró la madurez que ha convertido a este equipo en equipo de Tercera División.