Llegaba la cita envuelta en un contexto que replicaba el del pasado curso, con los de Ernesto Valverde como líderes de la competición y los madrileños situados en último lugar de la tabla. Un duelo de extremos cuyo precedente en Butarque acabó con sorpresa.
Repetirla era la aspiración de Javier Aguirre, quien debutaba ante su público. Para ello, un plan basado en la destrucción de las líneas de pase del contrario y la apuesta por las transiciones rápidas. Sin embargo era necesario que funcionase también el intangible de la concentración para no caer víctima de la cadencia hipnótica de un Barcelona carente de prisa ante un equipo ordenado en lo colectivo e intenso en el uno contra uno.
Rubén Pérez, quien volvió después de superar unos problemas físicos que le habían tenido fuera de juego durante casi dos meses, lo hizo con jerarquía, creando el 1-0. La jugada nació en un robo suyo en la medular al que dio continuidad con un giro sobre sí mismo para conservar la pelota. Le cedió entonces el protagonismo a Roque Mesa, quien con un toque sutil anuló la salida mal medida de Samuel Umtiti para encontrar a Youssef En-Nesyri.
Conscientes los azulgranas de que debían buscar solución a un problema, asomaron desde los vestuarios con ganas de alterar el panorama. Y demostraron que a veces les basta solo con la voluntad y destellos de Messi para ganar.
Así fue, con dos zarpazos, uno de Luis Suárez y otro de Vidal que dieron los puntos a un Barcelona gris.