Marc Márquez (Honda) logró en el GP de Argentina una victoria de casta y de plena autoridad en un circuito que, como dijo, es de “blancos y negros”, pues o gana, como en 2014, 2016 y 2019, o se estrella por uno u otro motivo, aunque al menos, de Termas de Río Hondo se fue con la mano estrechada por Valentino Rossi (Yamaha).
No se sabe muy bien si fue fruto de la tensión del final de carrera o realmente motivada por ambos para poner paz entre las dos estrellas más grandes de MotoGP, pero en la antesala del podio y ante las cámaras de TV se estrecharon las manos. Algo es algo.
En cualquier caso lo que se pudo ver en pista es que con apéndicea o sin él, cuando todo está en su sitio y el circuito le es favorable, Márquez es prácticamente inalcanzable, y en esta ocasión o demostró con una contundencia que ni él mismo recuerda: casi diez segundos de diferencia.
El GP comenzó muy tenso entre los fabricantes, sobre todo entre Ducati y Honda pues los primeros querían cerrar cuanto antes el capítulo de su apéndice y los segundos no daban su brazo a torcer. Un informe el jueves, denegado, y otro el viernes, con un giro gramatical determinante, permitieron a los ingenieros del Repsol Honda estar algo más tranquilos, pues ya tienen, si quieren, permiso para montar su spoiler, sea para enfriar el neumático, lograr más carga aerodinámica o mayor resistencia del basculante.
El Mundial se pone interesante, pero con la llegada ahora de Austin todo augura que Márquez conseguirá incrementar su ventaja en la general en un circuito donde desde 2013 siempre ha ganado.
Su nuevo compañero, Jorge Lorenzo, falló estrepitosamente en la salida y se vio último en la primera vuelta. Remontó, pero sin excesiva eficacia, y al final la duodécima plaza fue más premio del merecido.