Muchas veces se subestima la importancia de la psicología en el deporte. Partiendo de que, por desgracia, todavía hay mucho estigma en el hecho de reconocer que se acude a este profesional, muchas veces no se presta atención a la salud mental de los deportistas, que es una de las claves en el éxito de un equipo.
El sentir de cada individuo, que al final puede repercutir positiva o negativamente en la escuadra. Lo comentaba Natxo González en la previa del duelo ante Las Palmas. Hablaba del estado de ánimo de la plantilla, de lo que deben transmitir los entrenadores, de la importancia de saber aislarse del entorno y de creer siempre, sobre todo cuando las cosas no salen.
Hablaba de resistir, de ser conscientes de que las victorias, aunque a veces sean esquivas, siempre vuelven, y que hay que saber gestionar las emociones. Tanto cuando se gana, con esa euforia que trae consigo, como cuando se pierde.
Un control que también hay que tener en un partido, que al final está formado de muchos mini-partidos. Nada se pierde al principio y todo se puede ganar al final. Los equipos fuertes son aquellos que entienden esto, como los que también saben gestionar los últimos minutos.
Algo que le ha costado administrar el Deportivo en las pasadas jornadas, incapaz de cerrar los encuentros, y que es consecuencia de que no todos saben hacia dónde tienen que ir esos últimos minutos: atacar o defender, ir a aumentar la cuenta goleadora y esperar atrás, que se juegue igual o echar mano de ‘el otro fútbol’.
El deporte es algo más que manejar los recursos técnico-tácticos. Es también tener inteligencia emocional, tanto el técnico del equipo como sus jugadores, y eso es algo que, como la eficacia a portería o de cara a una canasta, se entrena.
