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Partiendo de la base de que no soy ningún experto en epidemiología y por lo tanto respeto su capacidad en la toma de decisiones, quisiera abrir un espacio para la reflexión encaminado al tratamiento del deporte.
Los protocolos establecidos para el discurrir de la actividad deportiva, están sustentados en dos parámetros, el profesional y el “aficionado”. En el primer catálogo, tanto para el fútbol como para el baloncesto, asumen que sus competiciones deben realizarse a puerta cerrada y bajo la supervisión de los PCR, teniendo a las televisiones como único enganche hacia la sociedad. Paralelamente el protocolo para el mundo aficionado permite asistir a determinado sector de público en los graderíos, para ver sus competiciones. Los deportistas con las mascarillas puestas sin ningún tipo de exclusión.  Ante esta situación, el daño, tanto social como económico, puede alcanzar cuotas realmente escalofriantes. Situación límite que hay que paliar de la mejor de las maneras.
Pero el pasado sábado se me encendió la luz de la confusión. Tuve que llevar a mi hijo a una actividad lúdica integrada en un centro comercial de la ciudad herculina. Mi sorpresa fue la enorme cantidad de gente que allí se encontraba. Un lleno total. Evidentemente todo el mundo o casi, con mascarilla. Pero ni las distancias, ni las actividades eran respetadas. No pretendo entrar a valorar dichas actuaciones, que para eso hay administraciones competentes.
Pero visto lo visto, la pregunta me saltó de inmediato: ¿Por qué la gente no puede asistir a un partido de competición y si a un centro comercial?. Será que mi ignorancia epidemiológica me impide ver el horizonte.
Un servidor ejerciendo de visionario, intuye a la gente entrando en el Estadio de Riazor bajo unos severos parámetros de seguridad. No permitiendo a la gente fumar dentro de las instalaciones y sentándose  en su butaca correspondiente (como se hace en el tren, autobús o avión).
Toda esta incursión, con transmisión de estado de alarma, posibilita que me salten las dudas sobre el conocimiento que los máximos responsables sanitarios tengan sobre la vida deportiva y sus circunstancias. Considero pues, que las autoridades deportivas competentes (las que en teoría son “profesionales” de este sector social), deberían mediar e intentar abrir cauces de diálogo y entendimiento y así, clarificar posicionamientos. Hablando y razonando, se entiende la gente.
Pero que les voy a contar que ustedes ya no sepan de la capacidad de algunos para facilitar una vida más sencilla a los ciudadanos. Lo más fácil es pasar el correspondiente papel y prohibir sin mojarse.   
Mientras, por favor, no se olviden de la mascarilla y no fumen en espacios públicos, es imprescindible.

Como siempre un placer.  

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