Nueva Zelanda contra Sudáfrica, los All Blacks frente a los Springboks, dos selecciones míticas, las más laureadas del rugby con tres campeonatos mundiales cada una, lucharán mañana por el cuarto cetro que les otorgue la supremacía global.
Ambos equipos totalizan seis victorias en los nueve mundiales disputados hasta ahora, por dos de Australia y una de Inglaterra, y en la final quieren volver a mostrar el por qué de la mística que supone jugar con las camisetas negra y verde.
Pero la final de la Copa del Mundo de rugby en el Estadio de Francia de Saint Denis será también un combate por la hegemonía entre dos filosofías muy distintas de entender el rugby contemporáneo.
Los "boks" lo fían todo al poderío de hierro de su delantera, que busca vencer por aplastamiento del rival y dejar el resto al infalible Handré Pollard en los lanzamientos de pie, mientras que los "blacks" apuestan por su juego combinativo, más ágil, con movimiento, y velocidad.
"Será un choque entre dos estilos, ellos son excelentes en el suyo y nosotros en el nuestro (...) Su estrategia les vale y eso hace que el partido del sábado sea interesante", avanza el seleccionador neozelandés, Ian Foster, quien anticipa una final "especial".
En este torneo, las dos selecciones ofrecieron dudas en sus derrotas en fase de grupos (Sudáfrica ante Irlanda y Nueva Zelanda frente a la anfitriona Francia), pero aprendieron de sus errores y, con el nivel mostrado hasta ahora, ya hay quien anticipa que será la mejor final de la historia.
Los All Blacks quieren mantener las esencias de su juego, en un deporte que lleva al pequeño país (5,1 millones de habitantes) a la primera línea mundial, más aún con el protagonismo que tiene su población indígena maorí.
Foster reconoció que parte del empuje que muestra su equipo "lo obtenemos de la historia y el legado de la camiseta, que es inmenso para nosotros".
El quince titular "black" tiene como única novedad la entrada de Brodie Retallick en la segunda línea en lugar de Sam Whitelock, mientras que Nepo Laulala estará en el banquillo en lugar de Fletcher Newell. Cinco ganadores de la final del mundial de 2015 jugarán de inicio mañana.
Estos cambios se interpretan con un intento de Foster de reforzar su melé ante la potencia física que derrochan los sudafricanos.
Para el capitán neozelandés, Sam Cane, su equipo tendrá opciones de ganar si continúa su trayectoria ascendente en el torneo. "Cada semana estamos ganando impulso y tendremos que estar en nuestro mejor nivel tanto en defensa como en ataque", asevera.
Mientras tanto, el entrenador sudafricano, Jacques Nienaber, apuesta por los "viejos rockeros", ya que diez de los quince titulares de mañana jugaron de inicio en la final de 2019 que ganaron a Inglaterra en el mundial de Japón.
Nienaber jugará de inicio con los veteranos Pollard y Faf De Klerk, dos de los campeones de Japón, llevando la manija del juego, tras la irregularidad mostrada en el torneo por Manie Libbok y Cobus Reinach.
Además, el grupo de técnicos surafricanos regresa al banquillo con siete delanteros y solo un defensa, en una nueva edición del "bomb squad" que busca mantener una presión despiadada en la delantera durante todo el encuentro hasta agotar al rival.
Los Springboks aseguran estar muy mentalizados. "Creo que es el partido más importante de mi vida", afirma su capitán, Siya Kolisi.
Una final contra los All Blacks "es algo enorme. Nos hemos preparado lo mejor posible. Sabemos lo que podemos esperar y creo que como jugador no puedes aspirar a algo mayor", añade el tercera línea sudafricano.
Ambos selecciones, son viejas rivales desde el respeto. "Tenemos un enorme respeto recíproco. Les respetamos mucho como país y por cómo juegan", destaca Foster.
A pesar de su brillante historial, solo se han enfrentado en una final mundial, la mítica de 1995 jugada en Johannesburgo con Nelson Mandela como presidente de Sudáfrica. El triunfo de los "Springboks" por 15-12 supuso una catarsis en ese país hacia la reconciliación tras décadas de "apartheid".
"Lo recuerdo muy bien, tras la victoria todo el mundo estaba en las calles", evocó Nienaber, quien también consideró que las reglas del rugby han cambiado mucho desde entonces y "ahora es un deporte mucho mejor".