Incluso volvieron los hermanos Gallagher a dar conciertos, así que cómo no vas a volver tú al trabajo. Pasan los años y las excusas no prosperan: el dulce hacer nada es un enemigo de la generación de riqueza, por lo que toca retornar al laburo. Las vacaciones son finitas, también para los futbolistas, y ya está el Deportivo dale que dale otra vez, sin dejarnos tiempo para echarlo de menos.
Es un Deportivo nuevo, pero no tanto. En él hay conocidos de la temporada anterior y de hace dos, sumando cifras en los entrenamientos que recuerdan a las de aquellos años de acumulación de activos en pantalón corto que nos habrían de ayudar a enjugar deudas en forma de traspasos. Quién sabe, quizás un día de estos se aparte la lona de Abegondo y aparezca por arte de birlibirloque una plantilla de tan solo 25 jugadores con Fernando Soriano gritando “¡tachán!”. Puede que lo de camuflar a la vista de prensa y aficionados las primeras carreras del curso futbolístico responda solo a buscar un efecto dramático, pero nos han contado que el equipo tiene un entrenador nuevo y, siempre desconfiados, nos gustaría constatarlo.
Es lo que tiene el deporte en el siglo XXI: no sucede solo cuando se disputa, sino también cuando no (e incluso sucede más; que se lo pregunten a la NBA, transformada en un ciclo de noticias perpetuo donde un traspaso concita tanta o más atención que la final del torneo). Así que nuestra avidez como aficionados por ver y saber es algo normal. Y esto deposita una carga preocupante en los jugadores, obligados a mostrarse en constante estado de forma.
Yeremay rechazó al Como y acto seguido se fue a hacer ejercicios de resistencia en la arena de la playa de las Canteras, en Las Palmas. En el mismo escenario en el que yo descubrí hace un otoño mi alma de jubilado prematuro (secándome al sol, manos en la espalda frente a la orilla después de un baño a las diez de la mañana, pensando “la vida es esto”), el fantasista canario grababa los vídeos de Instagram que más “me gusta” han obtenido entre la prole deportivista mientras Cesc Fábregas pronunciaba un “porca miseria”.
A Mella lo vimos divertirse en sus redes sociales de vacaciones con los amigos, con el mismo descaro que lo hace especial: uno no traza las verticales más directas a portería de la Segunda División con 20 años sin falta de vergüenza. Pero claro, vivimos en una época de culto al fitness en la que tu vecino del quinto derecha corre maratones en fin de semana y la abogada del entresuelo levanta 150 kilos en peso muerto. Así que la policía del gimnasio manifestó su desagrado hasta tal punto que el canterano tuvo que responder con un vídeo demostrando que él también había trabajado en vacaciones.
Trabajar. En vacaciones. Me recorre el cuerpo un escalofrío tan solo con escribirlo. Denunciamos la saturación de fútbol pero aquí estamos en 2025, exigiendo deporte los 365 días del año para nuestros jugadores. Odiamos el balompié moderno pero a George Best lo habríamos puesto a hacer dieta paleolítica y a Diego Tristán lo querríamos patrocinando kombuchas. ¿Djalminha? Más crossfit y menos fútbol playa.
Hay que trabajar, qué remedio, pero aún es mejor descansar. ¿Mi poemario favorito? “Lavorare stanca”, de Pavese. O, en palabras del Fary, “deja que los chavales camelen”.