No hay estrategia infalible en el mundo del fútbol para evitar las lesiones. Nadie está libre de una mala caída, un mal golpe o situaciones tan rocambolescas como aquel bloqueo pélvico de Laure hace más de una década tras levantarse de la siesta y que le costó varios meses de baja por una pubalgia atípica. Por lo tanto, lo único que pueden hacer los jugadores es trabajar con el objetivo de reducir al mínimo el azar en este tipo de cuestiones. Cuidar su cuerpo al máximo para que si llega alguna dolencia pueda culparse al infortunio, pero nunca a la falta de preparación.
Y en el Deportivo hay desde hace unos años uno de esos deportistas que está recibiendo la recompensa de cuidar cada pequeño detalle. Desde que entró por la puerta de Abegondo, sin cumplir todavía la veintena, Mario Soriano ha sido un auténtico ejemplo de lo que debe poner cada día sobre la mesa cualquier joven que tiene la intención de vivir del fútbol. Por supuesto que ayuda tener el talento que el madrileño muestra los domingos, pero es el trabajo que no se ve, el realizado de lunes a viernes, lo que le permite al centrocampista blanquiazul marcar la diferencia. O al menos estar siempre sobre el verde para tener la oportunidad de marcarla.
Se habla mucho de los números de Mario Soriano. De la falta de ellos, concretamente. Al menos de eso hablan aquellos que creen que en el fútbol todo se puede medir o se puede explicar desde las frías cifras. Pero más allá de sus cinco goles y cuatro asistencias firmadas este año, algunas decisivas, los datos que más deberían elevar al ‘21’ deportivista son los de su disponibilidad.
Será la tercera campaña consecutiva en la que supere los 3.000 minutos disputados y está a las puertas su propio récord alcanzado el año pasado con el Eibar, donde se quedó a las puertas de Primera tras parar el reloj en 3.333’. Era su debut en el fútbol profesional. Soriano siempre es una opción para sus entrenadores y lo hace además exhibiendo una capacidad física y de esfuerzo que está al alcance solo de unos pocos, superando los once kilómetros recorridos por encuentro y una velocidad media que nadie es capaz de igualar en la plantilla blanquiazul.
Casos como el suyo o el de Pablo Vázquez, también cerca de completar la gesta de jugar de principio a fin una temporada de plata, tienen un mérito incalculable no solo por el rendimiento inmediato, sino también por el ejemplo que puede representar en el vestuario. Sobre todo para los más jóvenes que a menudo reclamando los derechos que otorga llegar a la élite dejan de lado los deberes que exige estar en lo más alto.
De nada sirve tener la capacidad para marcar 20 goles por temporada si la falta de disciplina y sacrificio te impiden estar sobre el campo más de 20 partidos al año. Porque el fútbol de hoy es más exigente que nunca a nivel físico, pero también la preparación ha avanzado un largo camino para poner en manos de los futbolistas las mejores herramientas a su disposición. Simplemente está en cada uno decidir si quieren utilizarlas o no.