Cuando los equipos eligen a sus capitanes lo hacen por algo. Aunque los jugadores no siempre dan la impresión, al menos de puerta hacia fuera, de poder tener ascendencia sobre el vestuario, contar con la confianza de un grupo de profesionales para ejercer la portavocía y ser el representante colectivo es un privilegio que no se consigue a la ligera. Por eso que perder tres de esas piezas en apenas seis meses no deja de ser un problema que debe solucionarse cuanto antes. Es totalmente comprensible que Fernando Soriano y los suyos traten de reemplazar esa capacidad de liderazgo perdida para no solo complementar con lo que queda dentro del vestuario, sino también dar, si se puede, una dosis extra de carácter que nunca le viene mal a un equipo que tiene menos experiencia en Segunda de lo que marca la edad media de la plantilla.
Esto también tiene un peligro, por supuesto. Porque la búsqueda de ese carácter, ese liderazgo, no debe tapar que lo que primero necesita el equipo es subir su nivel general. Buscar determinadas cualidades debe ser la guinda, pero nunca la prioridad cuando se trata de reforzar numerosas posiciones en las que esta temporada las carencias han sido más que evidentes. Y no precisamente de mentalidad.
Lo primero, claro está, será identificar los que ya están dentro y reclamar un paso adelante a aquellos que por trayectoria deben asumir galones. Porque es importante, además de esa mentalidad competitiva tan necesaria, también el tiempo necesario defendiendo la camiseta blanquiazul como para conocer y saber transmitir la identidad deportivista. A ellos y también a otros que, todavía siendo más jóvenes, necesitan retos y reconocimiento a partes iguales para no estancarse y seguir dando pasos adelante en su carrera.
La difícil tarea de la dirección deportiva será encontrar el tan ansiado equilibrio. Que ese núcleo duro esté formado por futbolistas que sepan lo que significa el Deportivo y por otros que, además de aprenderlo rápido, también sepan contagiar a sus compañeros del espíritu competitivo para que el equipo no vuelva a verse en situaciones como las de la recta final de esta temporada, con derrotas apilándose semana a semana sin que diera la sensación de que la pérdida de rumbo pudiera revertirse.
Todos los entrenadores reclaman, en un momento u otro, a esos comúnmente llamados ‘cabrones’ en cualquier deporte. Gente que aprieta todos los días y no tiene reparos en ponerse de primero cuando vienen mal dadas para marcar el tono a rivales… y compañeros. No es sencillo encontrarlos. Menos incluso encajarlos en un grupo como el actual blanquiazul, donde hay muchos integrantes que llevan tiempo juntos y que han entablado vínculos importantes como el del ascenso. Pero en el fútbol de hoy, en el que hay tanta información y todo está medido al detalle, además del qué, importa mucho el cómo se hacen las cosas.
Y una vez se vayan sumando las nuevas piezas que aporten ese plus de mentalidad, ahí empezará el trabajo del entrenador. Siempre se dice que los técnicos no meten los goles ni paran balones, pero ahora más que nunca deben ser los primeros líderes. El club se ha encomendado a Antonio Hidalgo porque veían que esa carencia se extendía al banquillo, por lo que el catalán tendrá que convertirse en esa figura que impregne lo antes posible de su mentalidad al nuevo Deportivo.