Las tertulias en las cafeterías de los domingos por la mañana sirven para pulsar el termómetro del deportivismo, y más cuando los últimos resultados obtenidos por el primer equipo no acompañan como quisiera el más blanquiazul de los mortales.
Ayer tuve un compromiso ineludible que me hizo estar en uno de estos locales con unos conocidos. Por fortuna pude asistir acompañado al encuentro pactado hace unas semanas, ya que buena parte de la conversación mantenida se escapaba de mis conocimientos domésticos, por lo que tres de las cuatro personas presentes llevaron el peso de lo hablado y, quiero suponer, que con mis silencios éstas comprendían que era mejor no insistir en saber mis pareceres.
Entre sorbo y sorbo al café que tomé, aproveché para escuchar a un grupo de hombres que en una mesa próxima a la escalera que permite subir a la segunda planta del recinto debatían sobre el Real Club Deportivo y sus últimas actuaciones en la presente edición del torneo liguero. Lo dicho por unos y otros estaba en posiciones tan antagónicas que parecía que iba a llegar la sangre al río. Como no era partícipe de este diálogo, me limité a intentar comprender qué decía cada interlocutor, que era expuesto con gran vehemencia.
Sin entrar en opinar quién tenía razón, algo completamente subjetivo, me pareció acertado lo dicho por uno de estos contertulios, que no había abierto la boca en el tiempo que sí lo hicieron sus compañeros, al afirmar que “todo volverá a la normalidad si el equipo derrota en Riazor al Burgos”. Pues eso, el sábado a sumar los tres puntos.