Se remite a la cláusula. Es una frase sencilla, pero dice mucho. Es una forma de marcar territorio, de hacer valer tu posición. Y lo más importante: es una frase que durante muchos años el Dépor no pudo decir. Llegaban con dinero y se llevaban lo que querían. Pero ahora, al menos en algunos casos, el club está en situación de poder decirlo. Y eso genera una mezcla de satisfacción y alivio.
Pasó con Mella, cuando vino el Brighton a por él. El Dépor se enrocó, pero el club inglés estaba dispuesto a pagar la cláusula. Hasta que Mella dijo “no” y su amigo Hugo Rama dejó una frase que ya es historia del deportivismo: “Qué mierda se va a ir Mella al Brighton si no sabe ni dónde está”. Pasó con Yeremay, con ofertas de fuera bastante serias y se volvió a escuchar la misma frase: cláusula o nada. Incluso Yeremay renovó y decidió quedarse. Y ha vuelto a pasar estos días con Helton Leite, ante el interés del Fortaleza brasileño. Independientemente del final de la historia, que esta vez será diferente, lo realmente importante no es cómo termine, sino cómo empezó, con el Dépor diciendo “nos remitimos a la cláusula”.
Esta postura me recuerda al patio del colegio, cuando de pequeño era un enfermo de las colecciones de cromos. No tenía muchos, pero una vez me tocó repetido Salillas, un delantero ratonero que ese año estaba en el Villarreal y que todos los niños querían porque apenas salía en los sobres. Y entonces me vi en esa posición: no tenía que cambiarlo sin más ni ‘malvenderlo’. Podía elegir. Por una vez, mandaba yo. Podía remitirme a la cláusula y pedir medio fajo de cromos a cambio. Pues esto es parecido. No es que el Dépor esté ahora en la cima del fútbol español, pero al menos puede sentarse de vez en cuando en la mesa en una posición de fuerza y sin la necesidad urgente de aceptar lo primero que le pongan.
Ahora bien, esto también tiene su reverso. Porque ahora el Dépor también abre la cartera cuando acude al mercado. Y los demás, claro, no son tontos. Pasó este verano con la renovación de Yeremay y con la llegada de Luismi Cruz por una cantidad cercana al millón. También se han pagado traspasos por Arnau Comas, por Miguel Loureiro, por Giacomo Quagliata… Y todo eso se ve desde fuera. Por eso, cuando el Dépor ha ido a por Riki se ha encontrado con que el Albacete no está por la labor de regalarlo. Es su capitán y si lo sueltan, será por una cantidad considerable. No han dicho todavía la mítica frase de “nos remitimos a la cláusula”, pero casi. El Dépor intenta negociar, pero se encuentra con el mismo tipo de resistencia que ahora él empieza a ejercer con otros.
Es lo normal. Cuando das señales de poder económico, los demás te tratan como alguien que puede pagar. Aunque luego tengas tus límites. Es como cuando te compras un coche de alta gama y al día siguiente llega el compañero de oficina a pedirte una aportación para el regalo de jubilación de otro compañero. ¿Cómo vas a decir que no? También pasa con el fontanero. Si lo recibes en una casa con jardín y piscina, el presupuesto no baja ni con agua caliente.
El Dépor ya no está en la lona, pero tampoco está en la cima. Ha recuperado cierto margen de maniobra, cierta autoridad. Puede permitirse decir cosas que hace poco ni soñaba. Sin exagerar, sin tirar cohetes, pero sabiendo que, al menos por ahora, la respuesta puede ser “el Dépor se remite a la cláusula”.