OPINIÓN | En el barco de Hidalgo
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Como de costumbre, acudo a estas líneas con la idea de ser lo más franco posible con usted. Que no quede ninguna duda. A 12 de junio no puedo estar más entregado a Antonio Hidalgo. No, no es por una brillante puesta en escena en la que el nuevo técnico del Deportivo se mostró mucho más comedido que en cualquiera de las comparecencias públicas que guarda la hemeroteca.


Es porque, como sabrá a poco que me haya leído y/o escuchado a lo largo de los años, tengo la extraña costumbre de considerar que un entrenador es el adecuado hasta que me demuestre lo contrario. Es raro, lo sé. Contracultural, incluso. Pero siempre he sentido admiración por la figura del técnico. Da igual el deporte. Cualquiera que haya tenido a un grupo de personas a su cargo conoce las dificultades de conseguir que todos compren lo que uno vende. Con la inestabilidad de algo a veces tan azaroso como los resultados a corto plazo y la dificultad añadida de tener que aguantar las incesantes críticas de mucha gente que, como bien expuso Luis Enrique, no tiene ni puta idea.


Por eso, cuando un entrenador nuevo entra por la puerta, lo primero que merece por mi parte es fe ciega. En este caso, además, y como poco sospechoso por ser alguien que siempre defendió el gran trabajo de Óscar Gilsanz, me gusta mucho todo lo que he podido ver del Huesca de Antonio Hidalgo.


También le gusta, intuyo, a Fernando Soriano y al resto de los dirigentes del Dépor. La “persona adecuada”, puntualizó el director deportivo, reforzando la elogiosa carta de presentación con la que el club blanquiazul oficializó la contratación del técnico. Si me permiten un consejo, no estaría de más enmarcar esas buenas palabras y pegarlas en los diferentes despachos de Abegondo. Sobre todo en los más altos. Así, cuando vengan mal dadas y el impulso sea tomar decisiones drásticas, un rápido vistazo servirá para recordar las cualidades del profesional al que le han entregado las llaves del proyecto.


Porque ahí está otra de las grandes mentiras del fútbol. La de la confianza y los proyectos. “Los proyectos son ganar”, apuntó Óscar Cano nada más sentarse en la sala de prensa de Riazor. He escuchado hasta la saciedad recientemente a deportivistas autoconvencerse de que la salida de Gilsanz era lo mejor para el club porque “si no confiaban en él, mejor ahora que en la jornada siete”. Habrá amplias y variadas razones para la salida del técnico betanceiro, pero creer que la confianza es un motivo para quitar o poner entrenadores en el mundo del fútbol es de una inocencia suprema.


No todo son resultados, pero siempre es una cuestión de resultados. También cuando se trata de maquillar situaciones comprometidas a lo largo de la temporada. Antonio Hidalgo lleva ya un tiempo en los banquillos, un trayecto en el que ha cosechado éxitos y fracasos. Como todos. Solo cabe esperar que a lo largo de la próxima temporada le den las suficientes herramientas para trabajar y, sobre todo, entiendan que el innombrable objetivo del ascenso no se va a conseguir antes de mayo. Ya, parece obvio. Y tampoco es justo pedirle a un aficionado que lo entienda. Pero quizá sí a los que toman las decisiones.

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