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Luismi

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El problema de los artículos de opinión es que quedan escritos. Uno cambia, pero lo que dijo queda ahí para siempre. Y yo cambio bastante. Mis opiniones ni son importantes ni tampoco suelen ser fuertes, de esas que dices con los puñitos cerrados y frunciendo el ceño. Hoy digo una cosa, pero mañana igual pienso otra. O no pienso, sin más.


Esa contradicción también apareció con el fichaje de Luismi Cruz. Alegrón inmediato, pero con una ligera duda zumbando detrás de la oreja. Me alegré porque es un jugador con una zurda especial, joven, que parecía fuera del alcance del Dépor y con el que difícilmente se perderá dinero. Una de esas operaciones que hay que hacer si aparece la oportunidad. Pero también emergió el pequeño aguafiestas que poco a poco crece en mí. En otro tiempo habría puesto a Luismi de fondo de pantalla. Ahora no. Los alegrones sin reservas ya cada vez son menos. ¿Esto es culpa de hacerse mayor o culpa de ser del Dépor? No lo sé. Pero lo cierto es que el fichaje me genera una ligera inquietud. Por el lugar que viene a ocupar —el de un Mella que ha brillado ahí dos años—, por el tipo de futbolista que es —que la pide mucho al pie y es un algo guadianesco— y por el esfuerzo que implica —¿no sería más urgente reforzar otra posición?


Pero a Luismi le basta con hacer un recorte sutil y poner un centro de los suyos para hacerme cambiar de idea. Porque puedo pensar una cosa y luego la contraria. Lo de subirme el primero al carro de un fichaje y luego llevarme una bofetada ya me pasó con Nélson Oliveira y algún otro. En el fútbol hay pocas o ninguna certeza. Y en mi cabeza pasa lo mismo. Así que, en vez de la efusividad extremista del pasado, tendré que conformarme con esta ilusión diluida en pequeñas dudas que me hace preguntarme si en unas semanas o meses miraré este artículo y tendré que hacer como si no lo hubiera escrito.

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