Nuevas ilusiones, viejos disparates
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17º-23º

Nuevas ilusiones, viejos disparates


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Tan sólo fue agitar el árbol para confirmar que Yeremay puede entrar por derecho propio en el once titular, que Alex todavía tiene mucha experiencia que aportar a los más jóvenes en el terreno de juego, que hay que recuperar la mejor versión de Trilli, que Villares es mejor jugando en su posición o que Lucas es más feliz con un nueve como Svensson a su lado. Por ahora no puede decirse que se note la mano de Rubén de la Barrera (RDLB) en el juego colectivo y sin embargo ha sido capaz de variar la dinámica del equipo introduciendo una serie de cambios con un mensaje claro: toda la plantilla cuenta y hay que dar la alternativa a los jugadores de la cantera.
 

A estas alturas, sería fácil censurar a Óscar Cano por qué no contaba con más de 15/16 futbolistas del plantel. Tampoco es oportuno cuestionar por qué tenía a varios jugadores en la sombra. Era su fútbol, su apuesta. Con esa fórmula ganaba en Riazor y sufría mucho lejos de casa. En fin, que el invento no funcionó como se esperaba.
 

Todavía es pronto para creer que la llegada de RDLB va a suponer una notable mejoría en el rendimiento del Depor. Sabe que llega en un momento delicado donde las eliminatorias de ascenso pueden marcar su futuro en el club. Si no logra el objetivo de principio de temporada va a tener un crédito de otro año para volver a intentarlo. Si consigue el ascenso en el complicado playoff, aterrizaría en el fútbol profesional con un plus autoridad ganándose de paso el favor y el respeto del deportivismo.
 

Tiene a su favor el conocimiento de la plantilla, su experiencia en este tipo de eliminatorias y, quizás lo más importante, sabe en la casa que entra, empatiza con la afición y es capaz de transmitir ilusión a la grada. Un conjunto de virtudes que le faltaban a su predecesor.
 

Pese a esta nueva ilusión que refresca al Depor, resulta imposible no olvidarse del despropósito organizado esta semana en torno a Vinicius, un jugador temperamental que ha sido objeto de la ira de aficiones rivales. Resulta inadmisible que una parte de la afición le atice insultos racistas bajo la premisa de que el muchacho es un provocador. Es decir, si el chico es inquieto y provocador, esos aficionados se consideran exentos del más mínimo respeto y no les duelen prendas llamarle mono o negro con un sentido despreciativo. Parece que estos aficionados racistas le exijan que sea un negro generoso, dócil y domesticado, vamos que haga su trabajo y se calle. Para echarse a llorar.
 

Duelen estás actitudes que deben de frenarse con firmeza y sanciones ejemplares, pero quienes también salen retratados son todos los estamentos que dirigen el fútbol español: los árbitros incapaces de tomar decisiones de acuerdo al protocolo antiviolencia; los responsables del VAR que sancionan a bulto sin aportar la porción de calma y reflexión que se les otorga estar cómodamente en una sala ajena al barullo del estadio; la LFP, que entabla una batalla en la que debería de mostrar algo de sensibilidad y sentido común, y la RFEF, que, como casi siempre, está a por uvas en eso de aportar soluciones.

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