Fernando Soriano ha venido cargando desde su llegada al club y sus primeros movimientos con una dualidad que demuestra por qué el balompié es tan complejo.
Por un lado, el director de fútbol maneja un currículum envidiable en sus dos años al frente de la parcela deportiva de la entidad. Soriano llegó y entendió que Rubén De la Barrera no era el camino, pese a que el pueblo lo veía como el elegido. Apostó por Imanol Idiakez, un tipo en cuyo currículum llamaban más la atención los traspiés en Zaragoza y Leganés que el éxito en Chipre. La apuesta fue arriesgada y estuvo cerca de salir mal, pero salió bien.
Al año siguiente, pese a que el equipo daba señales futbolísticas de estar lejos del KO y la cohesión dentro del vestuario parecía fuerte y sana, decidió echar del banquillo al héroe del ascenso. La confianza se había perdido y mejor no tentar a la suerte dándole la oportunidad de ganar al equipo más flojo que se recuerda vagando por Segunda en los últimos años. La apuesta fue arriesgada, pero salió bien. Aunque fuese casi por casualidad. Óscar Gilsanz no era la primera, ni la segunda, ni la tercera opción. De hecho, había estado a punto de ser ‘relegado’ de nuevo al juvenil. Pero el equipo goleó y gustó en el Cartagonova. ¿Cómo se iba a justificar no apostar por un hombre de la casa?
Gilsanz consiguió la permanencia, pero el club decidió no darle un voto de confianza en forma de continuidad. Calló en público, más allá de alguna declaración puntual reconociendo el evidente mérito del betanceiro. La apuesta fue arriesgada, pero salió bien. Porque el último mes de competición dejó tan mal sabor de boca que lo que parecía una controvertida decisión —¿cómo no apostar por un técnico de la casa en un proyecto de cantera?— se pudo ejecutar sin necesidad de retorcer argumentos.
Si a nivel de banquillo Soriano ha ido encadenando aciertos pese a controvertidas decisiones eso quiere decir que en el verde las cosas han salido, más o menos, como se esperaba. El director deportivo llegó en el verano del 2024 y acertó en los primeros fichajes. Germán Parreño, Pablo Vázquez, José Ángel Jurado e Iván Barbero tuvieron un peso decisivo como cimientos del equipo campeón. Tanto que entre ellos y los que ya había —Pablo Martínez, Villares, Mella, Yeremay y Lucas— dejaron en anécdota el pobrísimo nivel de las cuatro incorporaciones tardías. El club esperó por Cayarga, Rama, Valcarce y Sevilla, pues en la balanza pesaba más su teórica capacidad diferencial que lo avanzado del mercado. La apuesta era arriesgada y aunque no fue buena, salió bien.
Lo mismo sucedió en el mercado de invierno, cuando en un enero decisivo en el que el equipo necesitaba herramientas, se esperó hasta el final para dar de alta a futbolistas que estaban lejos de dotar de un salto de nivel que justificase la tardanza.
Mientras, este último verano, el Deportivo acudió al mercado con las limitaciones propias no solo del límite salarial, sino de cualquier recién ascendido que arrastra numerosos contratos y compromisos obligados como bonus por subir. Es lo habitual tener que ‘comerte’ a jugadores que no quieres en ese primer año.
Curiosamente, en la ventana en la que menos arriesgó, con incorporaciones de nivel para un ‘novato’ como Bouldini o Mfulu, fue cuando peor salió. A trancas y barrancas se arregló la situación, pese a que en el mercado de invierno se asumió de nuevo sobre la hora la necesidad de buscar lejos lo que no había cerca. No parece la mejor estrategia adentrarte en incorporar extranjeros cuando tienes necesidad de que rindan ya. La apuesta fue arriesgada, pero el Deportivo se mantuvo con solvencia, por lo que quizá habrá quien encuentre argumentos para defender que tan mal no salió, después de todo.
Así, Soriano ha ido encadenando apuestas arriesgadas que podrían haber salido mal. Pero la moneda, por unas cosas o por otras, siempre ha caído cara. El frío dato solo arroja éxitos. Esa evidencia cortoplacista es tan grande como el hecho de que ahora, el Deportivo afronta ahora el mercado en una curiosa situación: en vez de haber aprovechado el primer año para quitarse lastre, ha sumado más hipoteca que nunca. Y si uno quiere ascender, no suele ser bueno que se tenga que centrar tanto en podar primero.