Final del partido contra el Albacete. El Dépor logra la permanencia matemática con cuatro jornadas de antelación en su regreso a Segunda tras cuatro años en el barro. Y el club tira de megafonía y luces para crear una minifiesta por cumplir “el primer objetivo” del curso.
Más allá de debatir sobre la elección de palabras –quizá un “permanencia conseguida” más aséptico podría valer–, no comparto algunas críticas al hecho de celebrar la salvación. Este un debate recurrente. Sí, fue un festejo forzado, nada espontáneo, que la afición apenas acompañó. Y justo se dio en el partido de menor asistencia del curso. Pero de ahí a criticar la intención del club o a los aficionados que sí tenían, o tienen, ganas de un poco más de salseo, me parece un sinsentido.
Hice la ola en 2017 por la salvación en Primera tras ganar a Las Palmas. Esa que tanto debate suscitó. No lo digo por colgarme medallas. No va de eso. Cada uno que haga lo que quiera. Eso sí, si llego a saber lo que iba a pasar después, hago la ola, me tiño el pelo, me hago un tatuaje –de la propia ola– y recorro el Camino de Santiago. El pack completo.
Celebrar es gratis. No cobran. No eres menos grande por celebrar una permanencia en Primera o Segunda. No invalida lo logrado en la historia del club. Solo estás valorando el presente. Y sin hacer daño a nadie. Hay que celebrar. Cada uno, como quiera, claro. Puedes hacer la ola, mandar a familiares o amigos un WhatsApp con el emoji del brazo de Nadal y un “¡Vamos!” o llegar a casa, prepararte un cuenco con yogur, fruta y trocitos de chocolate y poner el resumen en la tele para ver de nuevo el festival de Yeremay. No diré cuál hice yo.