AA nadie se le escapaba que Óscar Cano caminaba por el alambre desde que demostró que su equipo era incapaz de ganar fuera de Riazor. Desperdiciar en sólo veinte minutos una ventaja de dos goles en Linares fue la gota que rebasó el vaso de la paciencia del deportivismo. Dar entrada en el campo a Trilli en el minuto 86 (¿todavía alguien cree que no hay caso Trilli?) para sacrificarlo en la hoguera, debe de entenderse como un mensaje directo a Consejo solicitando su cese inmediato.
En las declaraciones del técnico al finalizar el partido reconocía de manera implícita su incapacidad para lidiar con este toro. Afirmaciones como que lo había intentado todo para lograr una victoria a domicilio, o que, si el año pasado tampoco se había conseguido el ascenso directo, sonaban a justificaciones de quien no puede cambiar esa dinámica. En definitiva, una serie de argumentos que invitaban a no confiarle el timón del equipo para intentar acometer con éxito las eliminatorias de ascenso.
En esta tesitura, al Consejo no le quedaba otra alternativa que el cese de Cano. De otra manera sería insufrible el abucheo al técnico, y de paso a la Directiva, el próximo sábado en Riazor. Mejor un sacrificio a tiempo que un disparo en el pie.
La lógica y la prudencia aconsejaban que se hiciera cargo de este último tramo liguero algún entrenador de la casa. Otro Óscar, en este caso Gilsanz entrenador con una hoja de servicios impecable en el Club (Campeón de España Juvenil y lograr el reciente ascenso con el Fabril a Segunda RFEF) parecía el más indicado, sin descartar el ascendente que podría tener sobre la plantilla Manuel Pablo, uno de los integrantes del mejor Dépor. Una vez pasado el trago del playoff se tomaría una decisión más reposada en función del ascenso o permanencia en la categoría.
Sin embargo, la Propiedad ha optado por repescar a Rubén de la Barrera (RDLB) para la causa. El de Montealto cumplirá su segunda etapa en el RCD tras una breve estancia en el banquillo de Riazor hace dos años. Una serie de desencuentros todavía sin clarificar entre el Club y el entrenador, dieron al traste con su renovación. Su última visita ocupando el banquillo del Albacete supuso el enorme fiasco del no ascenso del Dépor.
Y aquí las miradas se dirigen inevitablemente a la dirección técnica del Club. ¿No era lo suficientemente bueno para dirigir entonces al Dépor? ¿las deslealtades de las que fue acusado en su momento han cicatrizado? ¿se le niega un contrato de larga duración porque no se confía del todo en él?
Nadie duda de las virtudes de RDLB, aunque en apenas veinte días va a ser muy difícil que pueda cambiar la dinámica de juego del equipo. El posible y deseado éxito de las eliminatorias de ascenso va a depender más del empuje emocional que sepa imprimir el nuevo entrenador y el Consejo porque la afición ya lo ha demostrado con creces. Confiemos en que así sea.