Si alguien lo desconocía, se debe recordar que la cuadragésima octava edición de la Copa América está en juego desde el pasado veinte de junio en Estados Unidos.
Sirva esta mención para poner en valor un torneo que, pese a contar entre sus participantes a destacadas selecciones nacionales –Argentina (vigente campeona del mundo) y Brasil (la que más mundiales ha conquistado con cinco)–, no acaba de tener el suficiente gancho entre los aficionados europeos al denominado deporte rey.
Sin entrar en el tema de los horarios de los partidos programados, la madrugada en el viejo continente, este año el campeonato ha coincidido con la disputa de la Eurocopa y esta circunstancia provoca que la repercusión de sus encuentros sea todavía menor que en anteriores ediciones. A ello se une que dentro de unas semanas darán inicio los Juegos de París 2024, lo que facilita que potenciales televidentes no quieran ‘satuarse’ de deporte ante lo mucho y bueno que está por llegar y decidan ‘pasar olímpicamente’ de un torneo que lo sienten como algo bastante lejano pese a que entre sus futbolistas estén jugadores renombrados como Leo Messi y Vinícius Júnior.
La organizadora de esta competición, la Conmebol, debería replantearse las fechas del torneo y programarlo en un año que no coincida con otros eventos deportivos. Pero esta decisión no está inspirada por el hecho de que unos campeonatos sean más importantes que otros. Lo que la motiva es poder darle a la Copa América el realce y el reconocimiento que se merece.