Dagoberto Moll, el último mohicano
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Dagoberto Moll, el último mohicano


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Cada vez que me cruzo por la calle con este legendario futbolista, me entran ganas de saludarlo y preguntarle como ha conseguido mantenerse en tan buena forma física hasta hoy. Una persona que el próximo 22 de julio cumplirá los 97 años, y que sigue acudiendo a diario a las instalaciones de La Solana para ejercitarse en su gimnasio como si fuera un recién jubilado, es digno de admiración.


Por eso me he permitido hoy recordar su trayectoria como deportista y titularla cariñosamente como la del ‘último mohicano’ del RC Deportivo. Uno de sus amigos del gimnasio, Carlos Brea, ha escrito una biografía de Moll, que todavía no he tenido oportunidad de leer, pero que seguramente estará repleta de anécdotas y curiosidades de este personaje.


Uruguayo de Montevideo, llegó a nuestra ciudad reclamado por Scopelli, a punto de cumplir 22 años, cuando ya había debutado con la selección de su país. Aquí debutó en la temporada 49/50 formando parte de aquella excelente delantera conocida como la ‘Orquesta Canaro’, con la que consiguieron ese año el subcampeonato de Liga de Primera División. Al año siguiente continuaron los buenos resultados, sobre todo en la primera vuelta, donde se ganó en Riazor al Real Madrid por 5 a 0, al Atlético de Madrid por 3 a 0, y al Lleida por 10 a 1, lo que supuso la mayor goleada de su historia. En la segunda vuelta, con las lesiones de Acuña y Ponte, se empiezan a pasar apuros y se finaliza en un discreto décimo segundo puesto. En total fueron 146 partidos con la camiseta blanquiazul y 34 goles.


En marzo de este año se cumplieron 70 años de su traspaso al Barcelona, en una operación conjunta con el jovencísimo Luis Suárez, que había proporcionado al Deportivo unos ingresos de seiscientas mil pesetas. Aquella campaña no pudo disputar la Copa con el Barça por su condición de extranjero, pero a la temporada siguiente ya alternó la titularidad, jugando un total de 34 partidos, en los que consiguió 14 goles, en una plantilla que contaba con los Ramallets, Basora, Biosca, César, Kubala o Segarra. Una grave lesión de rodilla en el último partido de la temporada, con operación de menisco, truncó su carrera en el equipo blaugrana. Todavía volvería al Deportivo para jugar un año en la Segunda División, participando en 24 partidos a las ordenes de Hilario Marrero.


Este no sería su último contacto con Riazor y con el Deportivo, ya que en enero del 67 Moll sustituye en el banquillo a Odriozola, pero no consigue evitar el descenso de los coruñeses a la Segunda División. Posteriormente probó fortuna en México, dirigiendo varios equipos y obteniendo la Copa de Campeones de la Concacol con el equipo Atlético Español. Pero su currículo como entrenador es mucho más extenso, ejerciendo en los equipos de Albacete, Valencia, Torrelavega, o Tenerife, pero volviendo siempre a su querida Coruña. En una ocasión declaraba: “Me ha tocado vivir las dos grandes épocas del Deportivo, como jugador y espectador. No siento envidia en Riazor, sino satisfacción”.


Como otros futbolistas venidos de fuera, aquí conoció a la que sería su esposa de toda la vida, la coruñesa Flora Estrada, de la confitería del mismo nombre en la calle de San Andrés, que le daría hijos y nietos coruñeses. Amigo de compartir tertulia, se le puede ver con grandes amigos en alguna cafetería de La Marina, después de su paso por La Solana.


Sería un bonito gesto que esos amigos, -o el propio Deportivo- le organizaran un homenaje popular en el que pudieran participar todos cuantos admiran su trayectoria y se consideran deportivistas de buen corazón.

Dagoberto Moll, el último mohicano

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