Si nadie se lo quería perder, por algo sería. Un partido de poder a poder, espectacular, vibrante, igualado... Había generado mucha expectación y no defraudó. Bueno, a los españoles un poco sí, porque no ganó Alcaraz. Pero como en el deporte el desenlace nunca está marcado, solo queda felicitar a Djokovic y animar al murciano para que, dentro de cuatro años, vuelva a intentar colgarse ese oro olímpico que acrecentará más el palmarés que por entonces ya tendrá.
No había más que ver la cantidad de famosos y famosas que había en las gradas para saber que no era un partido más. Banderas de Serbia y de España llenaban la Chatrier a la espera de uno de los grandes espectáculos que podía ofrecer la presente edición de los Juegos Olímpicos. El duelo más esperado del torneo de tenis.
Alcaraz partía con una ligera ventaja. Después de la exhibición realizada frente al mismo rival en la final de Wimbledon, sabía lo que tenía que hacer para volver a derrotar al serbio. Pero Djokovic se las sabe todas. Su afán competitivo es interminable. Y, por encima de todo, quería el oro olímpico. Ahí empezaba su ventaja, su todo o nada, su última oportunidad para ganar esta competición.
El balcánico fue una roca. Supo llevar el partido a dos tie-breaks que ganó al murciano como el que le quita un caramelo a un niño. En los momentos decisivos, Djokovic supo inclinar la balanza a su favor.
El oro olímpico agiganta la leyenda de un jugador que no siempre cae bien, que no siempre ha sido considerado al mismo nivel que otros contemporáneos suyos como Nadal o Federer... Pero que sigue batiendo marcas y demostrando que no cede en su empeño por ganar todo lo que se le ponga delante.
Alcaraz no ha podido triunfar en esta ocasión. Pero tiene que estar muy satisfecho por esa medalla de plata. En unos Juegos Olímpicos en los que ha disputado los dobles con Rafael Nadal y la final individual frente a otro mito.
Pase lo que pase a partir de ahora, este 2024 está siendo muy bueno para él. No siempre se puede ganar, y ya le llegarán más oportunidades para acabar en lo más alto.