La Liga de Campeones y el resto de competiciones europeas se ponen de largo esta tarde en Montecarlo con un nuevo formato que dice adiós a las fases de grupos tal y como la hemos conocido y se saca de la manga unas extrañas liguillas sin ida y vuelta que propiciará bizantinos debates sobre desequilibrios en la competición. No es la única despedida porque para llevar a cabo los emparejamientos ya no se extraerán los nombres de los equipos de unas bolas, pretendidamente calientes, sino que se definirán los cruces gracias a un software. El sistema invita a ser crédulo en un entorno repleto de desconfianzas, así que el debate y la polémica se servirán más que nunca en bandeja. En todo caso bienvenidas de nuevo las competiciones continentales, esas que un día catamos y tan buen regusto nos han dejado.