No hay (son)risa más grande y contagiosa en la ACB que la de Dylan Ennis, la alegría de la huerta (murciana). Pero el combo guard canadiense de nacimiento e internacional con Jamaica es mucho más que eso. Es un jugador letal en ataque, con muchos recursos, buen defensor y altamente fiable en el clutch.
Dylan, hermano mayor de Tyler Ennis –exNBA y actualmente en el Reyer Venezia italiano–, ha tardado mucho en encontrar un hogar estable. Culo de mal asiento, este fenómeno de 33 años empezó pronto sus costumbres migratorias.
Pasó por tres universidades, Rice, Villanova –donde compartió vestuario con, entre otros, Mikal Bridges, Josh Hart (ambos en los Knicks) y el exbreoganista Darrun Hilliard– y Oregon –Dillon Brooks (Rockets), Payton Pritchard (Celtics) y Chris Boucher (Raptors) fueron sus compañeros más ilustres–, antes de dar el salto a Europa, vía Serbia (KK Mega), al no ser elegido en el draft 2017 de la NBA, tras dejar la NCA con 25 años, tres más de lo normal, a causa de varias lesiones y los dos traspasos, incidencias que le hicieron perderse tres cursos completos.
Su entrenador en Villanova, Jay Wright, declaró que Ennis se había ido –de una universidad puntera, que ganó su segundo título en 2016, el curso posterior a la marcha de Dylan– porque no era feliz. Resulta difícil imaginar la tristeza en un jugador que irradia todo lo contrario.
Estrella Roja, Zaragoza, Andorra, Mónaco, de nuevo Zaragoza, Gran Canaria y Galatasaray fueron las escalas previas a su aterrizaje en el UCAM, donde en algo menos de dos temporada parece haber echado raíces. “Jamás podía pensar que me quedaría aquí más de un año”, declaró el pasado abril. Una duda que no extraña viendo su hoja de ruta tanto amateur como profesional.
Ennis, que de chaval apuntaba al fútbol americano, ante la tremenda competencia baloncestística en su país natal –al que sí ha defendido Tyler– no tuvo reparo en alistarse a la selección de Jamaica, la tierra de su padres –ellos le dieron la idea, en principio como una broma–, aunque su gran sueño es disputar con unos Juegos Olímpicos con la hoja de arce en el pecho. No parece muy factible. Pero seguro que ello no le borra esa grande y contagiosa (son)risa.