Dominicos vuelve a la competición tras el parón navideño con los dos últimos partidos de la primera vuelta en la OK Plata, dos finales porque es colista con un punto y visita al Oviedo, tercero por la cola con 4; y la próxima semana, al Sant Feliu, penúltimo con 2. El veterano de la plantilla, el portero Martín Barrós, conocido como Neto (A Coruña, 1988), aconseja huir del veterano emocional y reflexiona por qué sigue ligada al hockey tanto en la pista como en el banquillo.
Vuelve la competición que el Dominicos dejó en una situación complicada.
Estamos en una situación muy mala. Vemos que en los partidos estamos ahí pero los momentos malos no los sabemos pasar. Son dinámicas que cuando pierdes todo el rato es difícil salir de ellas. Lo primordial es que sigamos entrenando e intentando ir a cada partido a competir y no veo que el equipo por la semana se haya caído. He estado en otras situaciones así y hubo partidos que creo que merecimos ganar, que lo normal es que en otra dinámica los hubiésemos sacado, como Vendrell en casa y Tordera fuera, pero estamos en esa época que no entra la bola, que no quiere entrar y que no hay manera. Y tenemos momentos de acelerón que cometemos errores que nos están penalizando y que en otro momento no nos penalizarían. Tenemos que ser capaces de cambiar esa dinámica ganando.
¿Como veterano del equipo, cuál es su función y qué le dice a los compañeros?
Les digo a todos lo que veo después de cada partido. El día de Vendrell el equipo estaba hundido y les dije que no se podía haber hecho más: Tuvimos un montón de ocasiones para llevárnoslo, trabajamos, el portero tuvo un día espectacular... Hubo otros días que sí que vi que tuvimos algún problema de que nos caímos, de esos minutos malos, y les digo que es algo que no puede pasar. Para sacar esto adelante tenemos que ser constantes y no ser un tobogán emocionalmente en el partido. Pero cuando vas mal es mucho más fácil que te pase eso. Ahora nos vienen el Oviedo Roller y el Sant Feliu que tienen que ser 50 minutos a competir al máximo sin tener esos bajones mentales.
“Para sacar esto tenemos que ser constantes y no un tobogán emocional”
Le tocó jugar los dos últimos partidos tras empezar la liga de suplente. ¿Buscaba el entrenador esa veteranía en un momento complicado?
Coincidió que el día del Maçanet Iago (López) estuvo toda la semana con una infección. Somos doce, con los chavales que suben, y todos tenemos que estar a mil para sacarlo. Yo también ayudando lo que pueda. Si me toca jugar, como los dos últimos partidos, jugar. Y si no, ayudar a Iago dándole consejos de lo que sé sobre los jugadores rivales.
¿Fue su entrenador?
Sí, y me lo dice: ‘De pequeño me metías mucha caña’. Y era porque se veía que podía llegar lejos. Se sigue viendo, al final tiene 19 años y esta es la cuarta temporada entrenando con nosotros y la segunda jugando habitualmente. No sé si hay muchos porteros de su edad a este nivel, igual contados con los dedos de la mano.
¿Es raro pasar de dirigirle a competir por el puesto?
Hemos aprendido a convivir en la portería. Ya lo había vivido con Iñaki (Ojanguren). Lo había entrenado muchos años y disfruté mucho viéndole jugar. A Iago intento ayudarlo en lo que puedo y si me toca jugar a mí, espero lo mismo. Cuando hay partido los dos queremos ganar. En lo que más le puedo aportar es en tener esa cabeza fría de ‘no pasa nada, te puedes ir un poco enfadado para casa, pero no bajes porque todo es cíclico’. El control emocional en ciertos momentos.
“El buen portero es el que sabe sobreponerse al error: si ya entró, ya entró”
¿Qué cualidades tiene Iago López como portero?
Posicionalmente es top, es decir, para mí domina todas las posiciones de la portería, muy completo. Tiene 19 años y tiene que seguir creciendo y sabiendo competir, que ha pasado de estar jugando en Galicia y tener tres partidos difíciles al año a que cada fin de semana le toque competir al máximo y no pueda bajar.
Tampoco destaca por su tamaño, como usted, en un tiempo en el que la moda son los porteros gigantes.
¿Cómo se suple esa carencia?
Pero es más corpulento él que yo. Una cosa suple la otra, a lo mejor si no soy tan grande pues me muevo más. Mira Guille (portero infantil del Compañía de María y de la selección gallega), que es minúsculo. Es una pasada, es ese ejemplo de portero que tiene que salir más, ser mucho más activo. El problema que tenemos los pequeños es que los días que no estamos bien, no nos suple el hecho de ocupar. Un portero grande, si no tiene un día bueno, es más fácil que le dé la bola por ocupar más.
¿Como portero, hay que trabajar más para aprender a convivir con el error?
Con eso se convive siempre, entonces no tienes que darle importancia. Es lo que le digo a los porteros que entreno, que no tienen que darle vueltas, fallos los vamos a cometer todos. El portero bueno es el que sabe sobreponerse a ese error y seguir para adelante. Solo es un gol, no se puede hacer más, si ya entró ya entró.
¿Tuvo usted un maestro así?
Cuando llegué a sénior en Dominicos coincidí con Tony Fernández, que había sido portero del Liceo, suplente de Canalda, pero que con 19 ó 20 años tuvo una lesión grave de rodilla y paró de jugar. Después, con 28 ó 29, estuvo en Dominicos y ahí coincidimos. Yo tendría 16 y era con el que más hablaba y me marcó. Pero he pasado por muchos entrenadores de porteros: El padre de los Togores, Luis, me entrenó muchos años, también el padre de Pablo Cancela, Antonio, cuando jugábamos juntos, Carlos Vázquez... Porteros que habían llegado a mucho nivel. Tuve muchas facilidades porque me ha ayudado mucha gente buena. Hace poco que Tony y yo coincidimos, teníamos justo cena de equipo de pretemporada y él estaba por la Ciudad Vieja y no conocía a Iago y le dije: ‘Ahora mismo con él soy como tú conmigo en su momento, o eso espero’.
“Mientras pueda seguir jugando seguiré, disfruto mucho del día a día”
Tiene 36 años, ya ha pasado por todas las categorías, incluso por el extranjero. ¿Por qué sigue?
En este deporte nadie está para hacerse rico, ni mucho menos, estás porque hay un ambiente familiar, te sientes arropado e intentas que eso se mantenga. A mí me gusta mucho, es una parte importante de mi vida y me gusta mucho jugar. Al final sé que esto no dura para siempre y mientras pueda seguir haciéndolo, seguiré. No sé cuánto, no creo que dure mucho más, pero me gusta jugar y me gusta mucho el día a día, entrenar. Los partidos son diferentes y los dos últimos que me tocó jugar, sí que los viví con mucha más adrenalina. Pero lo que me gusta realmente es el día a día, estar con los compañeros en el vestuario y vivir esa presión.
Entrenar en Dominicos y en As Pontes, jugar... Siempre va corriendo a los sitios.
Eso sí que pasa más factura, sobre todo salir de un sitio para otro. En Dominicos estoy con Benjamín, Alevín C y Juvenil C. Y ahora también estoy de segundo del Pablo Arias y con los porteros de la selección gallega. A As Pontes voy dos días... Suelo llegar justo o tarde a entrenar porque al final las horas coinciden, los entrenamientos siempre son por la tarde y aunque nosotros entrenemos a última hora, entre As Pontes y aquí hay una hora. Si acabo allí a las ocho y media y nuestro entreno empieza a las nueve y cuarto...
¿Qué le llena más, la faceta de jugador o la de entrenador?
Son dos facetas diferentes, pero me gusta más entrenar. Me sigue gustando jugar, si no no jugaba, pero me gusta más entrenar y ver la evolución. Salir de un partido que lo has parado todo es un subidón. Pero lo otro es mucho más constante. No sé, ves resultados más seguido y creo que puede depender más de tu trabajo. Al final que tengas el día en un partido sí que depende del trabajo, pero es mucho más relativo.