Juan Carlos Taibo (A Coruña, 1975) jugaba al fútbol en la calle con sus amigos hasta que recibió una oferta para ir a probar con la selección española. El coruñés, con discapacidad física (hemiplejia del lado izquierdo) e intelectual (“aprendo más despacio que el resto”, aclara), descubrió en los Juegos Paralímpicos de Barcelona la importancia de aprender idiomas, lo que después le sería de mucha utilidad, tanto a él como al equipo, en Atlanta 1996, donde se colgó el bronce.
¿Cómo le captó la selección española si usted no jugaba en ningún equipo?
Mi educador físico de la escuela de Aspace me preguntó si quería participar en los Juegos Paralímpicos, que tenía la opción de ir a hacer algunas pruebas. Yo solo jugaba en la calle con los amigos. Fui a Madrid y me dijeron que era un diamante, pero que tenía mucho que pulir. Así que como aquí no había un equipo, me dieron una tabla de ejercicios para hacer en casa. Cuando me volvieron a llamar, me dijeron que se me notaba el cambio y que servía para defensa por mi corpulencia. Mi primera competición fue en los Juegos de Barcelona 1992 y quedamos octavos. Pero para mí fue una experiencia como ninguna otra que hubiese tenido antes. Nunca la olvidaré porque conocí culturas, gente de todo el mundo, y empecé a interesarme por aprender idiomas.
¿Después de Barcelona siguió igual, yendo y viniendo?
Sí. Estaba solo, pero era muy disciplinado. Practicaba mentalmente las jugadas y cuando iba con mis compañeros ya lo hacía todo de forma automática. Tenía compañeros que eran de la misma ciudad y se podían animar más fácilmente, pero yo tenía que hacer el esfuerzo solo. Los ejercicios que me mandaban para hacer me llevaban diez horas, pero yo siempre intentaba cumplir.
¿Mereció la pena porque después se colgó la medalla de bronce en Atlanta?
Fue otra gran experiencia porque además allí fui multiusos. Desde Barcelona había estado cuatro años aprendiendo inglés por mi cuenta y tanto el entrenador como los compañeros me utilizaban de traductor. Era el único que iba a la reunión de entrenadores, porque iba para ayudarle con el idioma. Nos vino muy bien porque tuvimos muchos problemas con el transporte y si no llega a ser por mis traducciones igual no llegábamos a los partidos. Incluso un compañero se enamoró de una voluntaria y me mandaba a mí a hablarle... y al final yo me quedé con la chica.
¿Qué recuerda del partido decisivo por la medalla?
Jugamos el partido por el bronce contra Estados Unidos. La verdad es que tuvieron muchas oportunidades de gol, pero entre el portero y yo las sacamos todas. Incluso paré una con la barriga cuando el portero se había tirado a destiempo.
¿Le cambió su paso por lo Juegos Paralímpicos?
Mucho. Maduré al conocer otras culturas y al ver a personas superar sus límites. Eso me enseñó mucho y gracias a eso, soy como soy. Y creo que todos deberíamos ser mejores y mirar más por los demás.
¿Qué fue de su vida después del deporte?
Me dio un poco de pena porque al volver no tuvimos ni una recepción ni nadie se volvió a acordar de mí. Poca gente sabe que fui medallista paralímpico. Después, trabajé, conocí a mi mujer, tuvimos dos hijos y tenemos una empresa de limpieza (T-Clean).