Fernando Romay (A Coruña, 23 de septiembre de 1958) revivió en la redacción de Dxt campeón los 40 años, cumplidos el pasado domingo, de la conquista de la histórica e icónica medalla de plata en baloncesto en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 1984.
El expívot, que actualmente trabaja para la FEB en labores de relaciones públicas y promoción de su deporte, aunque vive en la capital de España desde adolescente, cuando le reclutó el Real Madrid, presume de coruñés y se enorgullece del ascenso a la ACB del equipo de su ciudad natal.
¿Qué nivel de frescura tiene en su cabeza el recuerdo de aquella plata?
Fatal, fatal. Si apenas recuerdo lo que he desayunado como para recordar eso... (risas). En serio, ahora se recuerda más, proque tuvimos la suerte de reunirnos, todos los que quedamos, hace poco en un acto de la FEB, antes de un partido de la selección en Alicante. Y además fue cojonudo porque fuimos en un tren que estaba tuneado con nuestra imagen. Fue la primera vez que algunos fuimos rápido (risas). El recuerdo se ha mejorado con ciertas cosas y siempre está fresco en lo sustancial.
¿Se hace pesado, o no, recordarlo cada equis tiempo?
No, no. Esta bien recordarlo, y sobre todo cada vez que la selección conseguía otra medalla de plata olímpica. Y está muy bien que los de ahora, siendo mucho mejores que nosotros en nuestra época, no hayan superado la plata de Los Ángeles, no hayan ganado nunca a Estados Unidos –aunque nostros lo hicimos, en Cali [Mundial 1982] a un equipo todo de universitarios, que no es lo mismo– y, lo más importante, hicimos retrasar una final de Copa del Rey de fútbol, Real Madrid-Barcelona, para que pusiesen un partido nuestro. Que lo hagan los de ahora, si tienen lo que hay que tener (risas).
¿Pensaron en aquel momento en la posibilidad de un boom del baloncesto en España?
No, para nada. Yo me di cuenta aquí, en A Coruña. Vi a un chaval en el parque de la Palloza que puso de pie un banco, que siempre han sido porterías, y el apoyabrazos era la canasta. Cuando vi eso, me dije: “Hemos hecho algo muy importante. Algo ha cambiado”.
Romay apunta que “estuvimos concentramos desde el 15 de abril hasta el 11 de agosto, el día de la plata. Mi hijo nació el día que nos concentrábamos, a las cuatro de la tarde, y a las siete ya estábamos con la selección. Me dio tiempo a verlo nacer, pero cuando volví a verle ya tenía cuatro meses. Perderme ese tiempo fue muy duro, pero volver con la plata mereció la pena”.
Había una diferencia abismal entre el juego de Estados Unidos y el nuestro
¿Fue el Mundial de Cali un anticipo del potencial que tenía aquel grupo de jugadores?
Soñábamos, claro. Sabíamos que podíamos estar en semifinales, pero Australia y Canadá tenían equipazos, nunca habíamos ganado a Yugoslavia y eramos los pipiolines.
Ya en Los Ángeles, ¿cómo fue la experiencia?
Muy bien. Yo estuve en dos Juegos muy distintos, Moscú y Los Ángeles. En 1980 aún era la URSS, con todo lo que ello suponía, sobre todo a nivel de sobriedad. Y en 1984 fue otra historia diametralmente opuesta. Hasta teníamos un cine en la villa olímpica, en la universidad de Southern California, que era alucinante. En Moscú, la villa era como un polígono de viviendas, con edificios alineados unos enfrente de los otros, muy parecido a lo que era aquí Elviña.
¿Cuál fue la consigna de Antonio Díaz Miguel antes del partido de la fase de grupos contra Estados Unidos?
Que fuésemos a competirlo. Había una diferencia abismal entre su juego y el nuestro. Ellos eran muy rápidos y muy físicosy nosotros éramos rápidos en traslaciones, pero a su tipo de juego no estábamos acostumbrados. La que más problemas les dio fue Alemania, que tenía cinco o seis jugadores en la NCAA.
Ellos no permitían que las otras selecciones jugásemos, una vez en Estados Unidos, contra equipos locales. Estuvimos un mes concentrados en la universidad de North Carolina y en ese tiempo les vimos jugar contra equipos NBA. Y les metían unas palizas que no veas. ¿Que qué se demostró cuando jugamos contra ellos? Que eran invencibles, aunque yo siempre digo que el baloncesto es un deporte que se juega cinco contra cinco y en el que ganar por un punto es una gran victoria y ganar de dos, una victoria aplastante. Si ellos no tiene el día y tú tienes el cojodía... Pero ellos tenían siempre el cojodía. Nosostros paramos, pensamos y hacemos; ellos, aún no tienen el balón y ya han parado, ya han pensado y ya están haciendo. Se ahorran dos pasos, con lo cual esto mucho más rápido.
Mi hijo nació el día que nos concentrábamos para los Juegos
Hablemos de ese famoso tapón a Michael Jordan.
Fue más de uno. Un par de ellos (risas), pero fue a raíz de la primera retirada de Jordan, y por medio de un compañero tuyo de profesión, cuando se empezó a hablar del tema. Y partir de ahí se fue formando una bola de nieve. Pero el mérito del tapón lo tiene Michael Jordan (carcajadas).
Siguiendo con el tono humorístico, que tan bien se le da un hombre que ha ejercido como showman en varios programas de televisión, Romay expone una desopilante teoría: “Creo que España descubrió la noche en los Juegos del 84. Inventamos la noche a partir de ahí. Hay mucha gente que veía nuestros partidos a la tres de la madrugada y todavía no ha superado el jet lag”.
¿Cambia el enfoque de Antonio de cara a la final?
Sí. Igualmente con el afán de competir, aunque con el entrenador que tenían [Bobby Knight] sabíamos que no habría piedad, que no se iban a relajar un solo segundo. Recuerda de Knight dejó fuera a Charles Barkley, nada más y nada menos que Barkley, por considerar que no tenía el suficiente afán competitivo. Esta gente mordía desde minuto uno hasta el cuarenta. En el momento en que tenían un segundo de relajación ya estaba ladrando (risas).
El mérito de mi famoso tapón a Jordan lo tiene Jordan
Ahora se habla de la selección como La Familia. ¿Lo era entonces? Lo pregunto porque la rivalidad entre el Real Madrid y el Barcelona en aquellos años era más dura que en la actualidad, más física. En muchos sentidos. Incluso llegando a la violencia.
Todo esto empezó con Antonio Díaz Miguel. Él decía que no era seleccionador, era entrenador del equipo nacional. Cuando alguien le llamaba míster, se cabreaba como un mono y decía “soy coach del equipo nacional”. La Familia es la evolución del mensaje de Antonio, solo que ahora el mundo va a través de hashtags. Sí éramos una familia.
En el 84 nos concentramos una semana escasa después de haber acabado una liga pegándonos en una cancha. Pero había un sentimiento de rivalidad de camisetas, no de personas. A mí me pasó jugar un partido de playoffs en Barcelona y esa misma noche quedar con Epi comer una pizza o a tomar algo. Y la gente en la calle decirnos “sois unos falsos que te cagas”. Yo les decía que “este tipo, cuando se quita la camiseta, mejora mucho”. Y él pensaría lo mismo de mí (risas). A la gente siempre le ha costado discernir entre rivalidad y enemistad. Yo dormía con Epi en la habitación cuando estábamos con la selección. Era Antonio Díaz Miguel quien distribuía a los jugadores en la habitaciones.
"A la directiva del Básquet Coruña le diría que busquen su personalidad" |
Aunque marchó de aquí con solamente catorce años, siempre ha ejercido de coruñés. ¿Qué supuso para usted el ascenso del Leyma Básquet Coruña?
Desde su amplia experiencia como jugador ACB, ¿qué consejo le daría a la directiva?
Habla de vender algo en el plano deportivo. ¿Qué hay del social?
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Romay, de 2,13 metros, fue el primer gigante español de un deporte que entonces se veía, a nivel popular, como para gente muy alta.
¿Desestigmatizó la plata algunos aspectos del baloncesto?
El estigma de los futbolistas. Esuché a entrenadores de fútbol muy afamados diciendo que el baloncesto era un deporte de chicas porque nos tocábamos el culo y nos dábamos palmaditas. A lo que un capitán nuestro le dijo: “Métete en la zona con nosotros y ya veremos quién sale corriendo primero”.
A la gente siempre le ha costado discernir entre rivalidad y enemistad
Aquel basket, al menos en España, no era precisamente para los más altos...
Éramos un mal necesario (risas). Pero que cada vez se hizo más necesario. A raíz de la línea de tres puntos, todo el mundo decía que se había muerto el pívot, y quien realmente se murió fue el base (risas). El pívot evolucionó; salió afuera, aprendió a tirar, tiene mucho más espacio, tiene mucho más juego... La mayoría de las asistencias se están dando a través del pívot; ya es raro ver a un base penetrando y dando una asistencia. Normalmente las asistencias efectivas son las de dento a fuera.
Continuará...